Vía Crucis en la Catedral de Sevilla
Vía Crucis en la Catedral de Sevilla / Fran Silva

Era el día. Los vecinos del barrio de Torreblanca llevaban aguardando la tarde de ayer como agua fresca de mayo. Un cielo azul les recibía a su llegada a Santa Marina. Bien uniformados, unos entraban en el templo, casi 600 los que luego serían portadores de cirios color rojo sacramental; otros esperaban fuera, impacientes por enseñar a Sevilla su mayor devoción. El primer lunes de Cuaresma era este año el más especial de sus vidas.

A las 16:45 horas se abrieron las puertas de un templo que, como el barrio de Torreblanca ha superado multitud de avatares a lo largo de su historia. Apenas siete minutos después, con una sensación térmica propia de la estación que está por venir, Jesús Cautivo se elevaba sobre el numeroso público que permanecía en la calle San Luis. A los pies del Señor, el relicario con la reliquia de Santa Ángela de la Cruz que le fue entregado este pasado domingo por las restantes hermandades de vísperas con motivo de tan memorable acontecimiento.

En la presidencia de la procesión, junto al hermano mayor, José Manuel Romana, el presidente del Consejo, Jaoquín Sainz de la Maza, el delegado de Fiestas Mayores, Juan Carlos Cabrera, y la delegada del Distrito, Adela Castaño,  además del sacerdote Antonio Olmo Civanto, párroco de San Antonio de Padua durante 16 años.  El acompañamiento musical de las andas corría a cargo del coro de la hermandad del Dulce Nombre de Alcalá de Guadaíra y la Escolanía de María Santísima de la Trinidad de la hermandad de la Divina Misericordia del mismo municipio.

Uno de los momentos más especiales fue el que se vivió al paso del cortejo enmarcado entre los portentosos muros de la Colegial del Divino Salvador. El barrio de Torreblanca, ilustrado en el cuantioso séquito que seguía a la comitiva, conquistaba el corazón de la ciudad.

Pocos minutos después de la ocho de la tarde, el Señor Cautivo atravesaba la puerta de los Palos, completando así  el anhelo de muchos cofrades, y convirtiéndose de este modo en la primera imagen de vísperas en posar bajo las naves de la Catedral. Posteriormente se celebraría el piadoso acto del Vía Crucis, que comenzó acompañado del lema «Venid a mí los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré». Las catorce estaciones se rezaron delante de las cruces de guía del Silencio, la Corona, Bellavista, la Cena, la Amargura, Santa Marta, el Cerro, los Estudiantes, San Bernardo, Monte-Sión, la Soledad de San Buenaventura, el Cachorro, los Servitas y la Soledad de San Lorenzo.

Tras finalizar el rezo de la última estación, el Arzobispo de Sevilla ofreció una meditación y una oración final, en la que quiso «agradecer al Consejo la organización del Vía Crucis y a la Hermandad de Torreblanca, que haya querido traer a la bendita imagen de su Cautivo». En su intervención, el prelado invitó a vivir la Cuaresma «desde la conversión, al cambio de mente, del corazón y a rasgar los corazones y no las vestiduras».

Se emprendía así el camino de regreso, que concluiría un par de minutos pasadas las doce y cuarto de la madrugada, cuando el Cautivo de Torreblanca entró en Santa Marina cerrando una jornada para el recuerdo y abriendo, tal vez, una puerta a la esperanza para el resto de las hermandades de vísperas que ansían también pisar el frío mármol catedralicio.

Licenciado en Geografía y experto en Ordenación y Gestión del Desarrollo Territorial y Local, desarrolla toda su formación en la Universidad de Sevilla. Actualmente trabaja lejos de su campo de estudio,...