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Entre montes de encinas, alcornoques y senderos donde el silencio suena a naturaleza, Alanís se alza como una de las joyas más auténticas de la Sierra Norte de Sevilla. A poco más de cien kilómetros de la capital hispalense, este pequeño municipio combina historia, paisaje y tradición en un mismo paseo, invitando al viajero a perderse —y encontrarse— entre sus calles empedradas y su castillo medieval.
Un castillo con vistas a siglos de historia
Lo primero que salta a la vista al llegar a Alanís es su castillo, una fortaleza del siglo XIV que domina el pueblo desde lo alto. Sus murallas de piedra, restauradas con mimo, guardan la memoria de las luchas fronterizas y ofrecen una de las mejores vistas panorámicas de la comarca. Subir a su torre del homenaje es, literalmente, asomarse al corazón verde de la Sierra Morena sevillana.
Entre ermitas, fuentes y caminos
Alanís es también tierra de ermitas. La de San Juan, situada junto al castillo, es una de las más queridas por los vecinos, sobre todo durante su romería, cuando el pueblo se llena de color y música. En el casco histórico, la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves conserva la elegancia del mudéjar andaluz y el espíritu sereno de los pueblos blancos.
Pero más allá de su patrimonio, lo que de verdad enamora de Alanís es su entorno. El municipio está dentro del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla, lo que lo convierte en punto de partida ideal para senderistas, ciclistas y amantes del turismo rural. Desde aquí parten rutas hacia los pinares de San Pedro, las dehesas del Berrocal o los manantiales de los Molinos del Término, donde el rumor del agua acompaña al caminante.
Un rincón con alma serrana
En Alanís el tiempo parece avanzar a otro ritmo. En sus plazas, los vecinos se saludan por el nombre; en sus bares, el tapeo tiene sabor a campo y a aceite de oliva; y en verano, las noches se llenan de vida con su Festival de Teatro y Música, que lleva décadas convirtiendo las calles y el castillo en escenarios al aire libre.
Y es que este rincón del norte sevillano no necesita artificios para conquistar: basta una tarde de paseo entre sus casas encaladas, una visita al castillo al atardecer o una charla bajo los soportales de la plaza. Alanís es, en esencia, un viaje breve pero intenso a la Andalucía más natural y auténtica.
