En pleno corazón de Sevilla hay un bar que conserva la esencia de los de antes, de esos donde el camarero sabe cómo te gusta el café y el periódico se comparte entre desconocidos, el bar Stratos. Allí, entre tostadas de pringá y cafés con leche servidos a primera hora, los clientes no son solo clientes: son parte de una historia que se escribe cada mañana entre risas y conversaciones.

El local es famoso por su lema tan sevillano como irónico: «Donde mejor se maltrata al cliente». Un guiño al humor del sur que sus habituales entienden bien. Y entre esos habituales hay de todo: periodistas, vecinos del barrio, curiosos… y hasta un escritor de renombre, Arturo Pérez-Reverte, que tiene su propia percha con su nombre para colgar el sombrero cuando visita la ciudad.

El encanto del lugar está en su autenticidad. No hay lattes de avena ni wifi, pero sí una barra de metal, azulejos gastados y un ambiente que resiste al paso del tiempo. El café huele a rutina buena, el pan cruje, y la conversación fluye como el aceite sobre la tostada.

Fundado por un exfutbolista y hoy regentado por su familia, el bar se ha convertido en un punto de encuentro para quienes valoran lo sencillo. Aquí no se va solo a comer o beber, sino a participar de un ritual que mezcla ironía, cercanía y mucha vida. En una ciudad que se reinventa cada día, este rincón demuestra que la autenticidad sigue siendo el mejor reclamo. Porque en Sevilla, a veces, los lugares más simples esconden las historias más grandes.