La emblemática fábrica de loza La Cartuja Pickman, uno de los símbolos industriales más reconocibles de Sevilla, afronta uno de los capítulos más duros de sus casi dos siglos de historia. La familia Zapata, propietaria de la empresa a través del grupo Ultralta, ha solicitado al Juzgado Mercantil número 3 de Sevilla la reapertura del concurso de acreedores y su entrada en fase de liquidación, al no poder cumplir el convenio aprobado el pasado mes de julio ni alcanzar acuerdos de pago con los principales acreedores, entre ellos la Seguridad Social y la Agencia Tributaria.
El deterioro financiero de la compañía se ha hecho insostenible. En septiembre, Hacienda embargó las cuentas de Ultralta por una deuda de 744.167 euros, mientras que el Fondo de Garantía Salarial (Fogasa) reclama el pago de otros 520.376 euros. A ello se suma una deuda con la Seguridad Social cercana al millón de euros. Pese a los intentos de la dirección por negociar aplazamientos y ofrecer garantías hipotecarias, los acreedores exigieron pagos inmediatos que la empresa no ha podido afrontar, tras más de cinco años bajo la protección del concurso.
El origen de la crisis actual se remonta a 2019, cuando Ultralta se vio arrastrada a un concurso de acreedores por la derivación de una deuda de seis millones de euros del anterior propietario. Aunque el Tribunal Supremo dio la razón a la compañía en 2023, la victoria judicial llegó demasiado tarde. La pandemia, el incremento de los costes energéticos y la falta de financiación precipitaron su caída. Fuentes próximas a la empresa aseguran que se estudia exigir responsabilidades a la Seguridad Social por entender que su actuación contribuyó a la insolvencia.
Interés en adquirir la fábrica
Durante los últimos meses, varias empresas mostraron interés en adquirir la fábrica, pero las elevadas deudas y el riesgo derivado de los pasivos públicos disuadieron cualquier oferta firme. Los intentos de Ultralta por obtener financiación externa o buscar compradores no han fructificado.
La decisión de liquidar la empresa afecta directamente a 32 trabajadores, actualmente en un ERTE motivado por reparaciones en la cubierta de la planta. Con la nueva situación, la plantilla afronta un ERE extintivo que pondrá fin a décadas de relación laboral. Los empleados denuncian impagos de la nómina de agosto, además de cinco años sin subidas salariales. “Hemos tenido sueldos por debajo del convenio”, ha denunciado José Hurtado, secretario general de CCOO de Industria en Andalucía, que ha convocado una asamblea este jueves frente a las instalaciones.
El juzgado había aprobado en julio el convenio de acreedores, pero la administración concursal ya advirtió que su viabilidad dependía de la adhesión de Hacienda y la Seguridad Social, que finalmente no se produjo. Sin esa protección, el embargo de las cuentas dejó a la empresa sin liquidez para pagar los salarios. El concurso ha sido declarado fortuito, lo que descarta responsabilidades sobre los administradores.
Intento fallido de supervivencia
Con la liquidación, La Cartuja Pickman suma un nuevo intento fallido de supervivencia. Ultralta, que compró la fábrica en 2014, había logrado vencer en los tribunales al Estado, pero no ha resistido el deterioro económico posterior. Fuentes empresariales describen su trayectoria reciente como “una lucha por mantenerse a flote que se ha ahogado en la orilla”.
Sin activos de gran valor —más allá de maquinaria y existencias tasadas en unos 100.000 euros—, la compañía prevé liquidar su stock mediante una venta outlet. Las marcas históricas de loza, que representaban el principal activo intangible de la compañía, fueron vendidas en 2022 por 800.000 euros a la firma madrileña Nox Industrial, con opción de recompra a cinco años.
La solicitud de liquidación alcanza también a La Cartuja Distribución 1841, la sociedad comercializadora del grupo, propiedad de European Lifting Company, vinculada a los mismos accionistas. Así, la fábrica sevillana que ha sobrevivido a guerras, crisis y cambios de siglo, y que durante generaciones llevó el nombre de Sevilla a medio mundo, se despide —al menos por ahora— de su larga trayectoria industrial.
