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Cuando el verano se despide y los primeros tonos ocres tiñen el paisaje, la provincia de Sevilla ofrece algunos de sus rincones más bellos y auténticos. El otoño es una estación perfecta para viajar sin prisas, descubrir calles monumentales sin el sofoco del calor y dejarse envolver por la naturaleza en su momento más mágico. Estos cinco pueblos de Sevilla son la excusa perfecta para una escapada en otoño.
Constantina: la sierra dorada
En el corazón de la Sierra Norte, Constantina es un espectáculo en otoño. Sus bosques de castaños, alcornoques y encinas se transforman en un mar de colores cálidos. Las rutas de senderismo, como la del Cerro del Hierro o el camino al castillo medieval, permiten vivir de cerca esa metamorfosis natural. Un destino que combina aire puro y patrimonio.
Cazalla de la Sierra: conventos y aguardiente
Muy cerca, Cazalla de la Sierra se convierte en un refugio para quienes buscan tranquilidad. Sus conventos, ermitas y la tradición del aguardiente conviven con un entorno natural privilegiado. Las sendas junto al río Huéznar son una experiencia sensorial: frescor, vegetación exuberante y el sonido del agua acompañando cada paso.
Osuna: la calle más bonita de Europa
La campiña sevillana se abre paso en Osuna, un pueblo donde la historia se palpa en cada esquina. Su Colegiata, la Universidad o la majestuosa calle San Pedro, considerada una de las más bellas del continente, ofrecen un recorrido monumental perfecto para las tardes templadas de otoño. Aquí, la piedra dorada de sus edificios brilla aún más con la luz de esta estación.
Carmona: atardeceres de historia
Si existe un lugar donde el otoño regala postales inolvidables, ese es Carmona. Su Alcázar, la necrópolis romana y los miradores hacia la campiña ofrecen un viaje por siglos de historia. Al caer la tarde, la luz dorada envuelve las murallas y los tejados, convirtiendo un paseo por sus calles en una experiencia casi mágica.
Estepa: el pueblo que huele a Navidad
Y si hay un lugar donde el otoño tiene aroma propio, ese es Estepa. Con la campaña de los mantecados en marcha, sus calles se impregnan del olor a canela, ajonjolí y almendra. Además de la tradición repostera, el Cerro de San Cristóbal y sus restos medievales ofrecen vistas impresionantes de la Sierra Sur y sus campos otoñales.