Fortaleza árabe de Alhonoz

En plena campiña sevillana, muy cerca de Écija, se alzan los restos de la Fortaleza árabe de Alhonoz, un lugar poco conocido que sin embargo encierra siglos de historia. Construida entre los siglos XIV y XV, esta fortaleza se asentó sobre un cerro estratégico de 240 metros de altura, desde donde dominaba el paisaje agrícola y controlaba los caminos que unían Sevilla, Córdoba y Granada. Aunque hoy su silueta aparece en ruinas y cubierta de vegetación, todavía conserva parte de sus torres y murallas, testigos de un tiempo en que la frontera era una línea viva y peligrosa.

El propio nombre de Alhonoz, procedente del árabe Al-Hunur y traducido como «el último» o «la última frontera», nos habla de su papel militar. Desde sus muros, de más de metro y medio de grosor, se defendía el territorio y se vigilaban los movimientos enemigos. El castillo contaba con cuatro torres en sus ángulos y una robusta torre del homenaje, lo que lo convertía en una sólida construcción adaptada a las necesidades de la época. No era un lugar cualquiera: era un bastión avanzado en el choque entre el reino nazarí de Granada y los territorios cristianos.

Lo más curioso es que Alhonoz no fue solo un castillo medieval. Investigaciones arqueológicas han demostrado que en este mismo cerro existió un asentamiento protohistórico que pudo abarcar hasta quince hectáreas. Es decir, mucho antes de que las torres árabes se levantaran, ya había comunidades que encontraron aquí un lugar ideal para vivir gracias a su altura y a su posición estratégica. Así, la fortaleza no solo representa la memoria de la Edad Media, sino la huella de siglos de ocupación humana en este rincón de la campiña.

Hoy, la fortaleza de Alhonoz permanece olvidada, sin apenas proyectos de conservación que rescaten su valor patrimonial. Quien se acerca hasta sus ruinas descubre un paisaje cargado de historia, donde la imaginación completa lo que el tiempo ha borrado. Es un gigante dormido que recuerda cómo la campiña sevillana fue durante siglos frontera, y cómo incluso los lugares más apartados guardan relatos fascinantes bajo la hierba y la piedra.