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Cuando se piensa en municipios antiguos de Sevilla, nombres como Écija u Osuna aparecen rápidamente en la memoria colectiva. Sin embargo, hay uno que se lleva la corona histórica: Carmona, considerada el pueblo habitado más antiguo de la provincia de Sevilla, con una continuidad que se extiende desde hace unos 5000 años hasta hoy.
Ubicada estratégicamente sobre un alcor, Carmona ha visto pasar por sus murallas y calles a tartesios, turdetanos, cartagineses, romanos, visigodos y musulmanes. Cada civilización dejó su huella, lo que convierte a la ciudad en un auténtico libro abierto de la historia de Andalucía.
Los romanos la bautizaron como Carmo y la convirtieron en una de las urbes más relevantes de la Bética, rodeándola de imponentas murallas de las que aún se conserva la majestuosa Puerta de Sevilla. Los árabes reforzaron su carácter defensivo, mientras que el periodo cristiano consolidó su fisonomía urbana con iglesias, conventos y palacios que hoy siguen en pie.
Pero lo más fascinante de Carmona no es solo su riqueza monumental, sino el hecho de que nunca dejó de estar habitada. Desde los primeros asentamientos calcolíticos hasta la actualidad, sus calles siempre han visto vida, comercio y actividad. Eso la distingue de otros enclaves arqueológicos, como Gandul, junto a Alcalá de Guadaíra, donde hubo poblamiento muy antiguo pero que hoy permanece deshabitado.
Hoy, Carmona no solo presume de su pasado: lo integra con naturalidad en la vida diaria. Pasear por sus callejuelas blancas, detenerse en la necrópolis romana o asomarse al parador, antiguo alcázar árabe, es sentirse dentro de una historia que nunca se detuvo.
