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Verdú no es una heladería cualquiera. En sus vitrinas conviven sabores clásicos como la avellana, el chocolate puro o el turrón de Jijona, con propuestas más creativas como queso con miel y membrillo, ricota con mango o incluso un helado de rebujito, que aparece puntualmente durante la Feria de Abril.
Su catálogo supera los 70 sabores, muchos de ellos aptos para personas con intolerancias o restricciones alimentarias. Hay helados sin lactosa, sin gluten y sin azúcar, elaborados con el mismo estándar de calidad que los tradicionales. Además, ofrecen horchata valenciana artesanal, granizados naturales y polos de fruta, todo hecho en casa, sin aditivos industriales ni bases artificiales.
Reconocimiento nacional
El reconocimiento de National Geographic, que la ha incluido entre las seis mejores heladerías de España, ha puesto en valor su trayectoria y su propuesta artesanal. Según la publicación, Verdú destaca por «su enfoque innovador, su defensa del producto local y su arraigo familiar». Una valoración que se suma a otras menciones como la de Guía Repsol, que también la ha incluido en su listado de heladerías recomendadas.
Más que helados: memoria, familia y verano sevillano
Para muchos vecinos de Triana —y no pocos visitantes que cruzan el puente solo para probar sus sabores—, Verdú es sinónimo de verano, de infancia y de ese pequeño placer que no necesita adornos. La heladería no busca tendencias fugaces ni estética de escaparate: su fórmula está en lo auténtico. En seguir haciendo las cosas como siempre, pero con los ojos puestos en el presente. Su éxito no es una moda, sino el resultado de una continuidad generacional que ha sabido entender que el mejor ingrediente sigue siendo el respeto al oficio.
