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En una ciudad que vive entre la tradición y la modernidad, la Taberna Gonzalo Molina se mantiene como un rincón de autenticidad. Situada en el número 94 de la calle Relator, en el barrio de la Macarena, esta taberna no es solo un lugar para tapear: es un pedazo de historia viva, un refugio cultural y un punto de encuentro para los amantes de lo castizo y lo popular.
De la calle Relator 59 al 94: una mudanza con alma intacta
Fundada en 1944 por Gonzalo Molina, la taberna abrió sus puertas originalmente en el número 59 de la misma calle. Durante décadas fue un local modesto pero lleno de carácter, frecuentado por vecinos, artistas y curiosos que encontraban allí conversación, vino y ese aire añejo que solo los bares con historia saben conservar.
En 2019, y tras un largo periodo de cierre por problemas con el local original, el espíritu de la taberna renació a escasos metros, en el número 94. A pesar del cambio de ubicación, el alma del lugar sigue intacta: paredes tapizadas con fotografías en blanco y negro, carteles antiguos, recuerdos flamencos y un ambiente que parece resistirse al paso del tiempo.
Tapas, tertulias y flamenco
Más que una oferta gastronómica, la Taberna Gonzalo Molina propone una experiencia. Entre sus tapas destacan las codornices, las alitas de pollo y platos caseros que se acompañan con vinos de la tierra. Pero lo que realmente distingue a este establecimiento es su vocación cultural: aquí se celebran recitales de poesía, actuaciones de flamenco, charlas espontáneas y encuentros que reviven la esencia de las antiguas tertulias sevillanas.
Este carácter ha hecho de la taberna un lugar de peregrinación para bohemios, escritores, músicos, periodistas, y también para vecinos de toda la vida que siguen encontrando en ella ese bar de siempre donde se mezcla el arte con la vida cotidiana.
Un bastión contra la gentrificación
En tiempos de bares temáticos, decoración clónica y cocina globalizada, la Taberna Gonzalo Molina resiste como bastión de la Sevilla auténtica. Su clientela es diversa, su ambiente acogedor y su propuesta clara: mantener viva una forma de entender la taberna como espacio de comunidad, de arte, de palabra. Así, en la siempre cambiante Sevilla, la taberna de Gonzalo Molina se afirma como un lugar donde el pasado no es nostalgia, sino memoria activa.
