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Sevilla, conocida por sus veranos abrasadores y sus inviernos templados, rara vez experimenta temperaturas de frío extremas durante el invierno. Sin embargo, la madrugada del 12 de febrero de 1956, la ciudad vivió una de las jornadas más gélidas de su historia. Ese día, los termómetros descendieron hasta los -5,5 °C, una cifra que aún hoy ostenta el récord de temperatura más baja jamás registrada en la capital andaluza.
El invierno de 1956 fue particularmente severo en toda Europa y España no fue la excepción. Durante febrero de ese año, una ola de frío polar cubrió la península ibérica, trayendo consigo nevadas, heladas y temperaturas extremadamente bajas en lugares donde el clima suele ser benigno. Ciudades del sur, como Sevilla, se vieron afectadas de forma inusual.
La ciudad amaneció paralizada ante el intenso frío. Calles, fuentes y ríos parecían transformados por la escarcha. Los sevillanos, sorprendidos, enfrentaron esa helada jornada como un evento extraordinario. En la orilla del Guadalquivir se formaron capas de hielo y las fuentes emblemáticas de la Plaza de España y otros puntos turísticos mostraban sus aguas congeladas, un espectáculo poco habitual para los habitantes y visitantes de la ciudad.
Los meteorólogos señalan que el invierno de 1956 fue uno de los más duros del siglo XX en España. A diferencia de otros inviernos más suaves, este evento climático fue causado por una persistente masa de aire polar que, impulsada por fuertes vientos del noreste, atravesó Europa y alcanzó latitudes tan al sur como Andalucía. Las bajas temperaturas se mantuvieron durante varias semanas, afectando tanto a la península ibérica como a otras partes de Europa.
A día de hoy, los inviernos sevillanos son relativamente suaves en comparación con el resto de Europa, y es poco probable que se repita una helada como la de 1956 en el corto plazo. Sin embargo, en un contexto de cambio climático, los expertos advierten que los eventos climáticos extremos podrían ser más comunes, aunque en distintas formas, como olas de calor más intensas en verano o variaciones más bruscas de temperatura.
