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Tras varios días de partes meteorológicos, chubascos, prórrogas, y todas esas cosas que la climatología impone, llegamos a una jornada que tradicionalmente es indultada por las inclemencias del tiempo.

La maravillosa novedad, la noticia, es que no hubo prácticamente nada de esto. Incluso el tiempo y la demora, que es un continuo de este día, apenas se sintió este año. Se ajustó mucho la puntualidad, incluso con anticipos, como el Carmen Doloroso o La Sed, que iban arrancando minutos al reloj, cosa de agradecer para un día que ha protagonizado antológicos retrasos.

Prácticamente todo pasó como tenía que pasar. El imponente misterio de La Lanzada avanzaba por las calles a los sones de una banda de Tres Caídas que cada día es más Tres Caídas; la cofradía del Cristo de Burgos hacía gala de una solemnidad inimitable, El Baratillo «baratilleaba», en todas las conjugaciones que este verbo permite, y las autoridades informaban puntualmente vía twitter de las activaciones y desactivaciones de los planes de seguridad.

Aún no nos hemos acostumbrado a estos planes, o los planes a nosotros, aunque es innegable que algo había que hacer. Esa mitificación de que la masa cofrade es inteligente, que sabe andar y organizarse, es algo que está por ver, pues en demasiadas ocasiones se ha demostrado que cada vez quedan menos bullas de esas que saben andar. Te planteas estas cosas y te llega un whatsapp en que te comentan que en la calle Orfila se ha aforado la cosa, pero que está de lujo, clarita de gente, con un bar acotado y calma para esperar todo lo que por allí tenga que pasar. Y tú, mientras tanto, aguantas el tirón en tu bulla correspondiente, pensando en si sería posible tener una valla individual que acotara tu perímetro personal.

La humedad y el frío se condensa en una nube templada entorno al Cristo de la Salud de San Bernardo cuando cruza el puente, buscando su casa, su barrio. Las Siete Palabras se recoge con su escogido público, mientras el Buen Fin apuraba minutos para una jornada, que como siempre, cerraban Los Panaderos.

En este día, pleno de cofradías y de público, se deja sentir ese sonido cada vez más habitual en la Semana Santa. Vas por la calle escuchando ese «crag-crag» característico. Son las pipas. La gente come pipas sin parar, mientras espera, mientras anda, mientras habla, mientras tararean marchas, reciben y propinan empujones o ven un palio. Las pipas son el hilo conductor que unen los puntos cardinales del mapa cofradiero. Lipasam, que cada vez afina más su dispositivo de limpieza y su método para eliminar cera de la calzada, pronto estará pensando en un plan pipero.

Y es que en una jornada agradablemente parca en noticias, te puedes entretener en esto, y en pensar en que globo te gustaría comprarte si tuvieras edad para ello. Todo lo demás, los debates sesudos sobre seguridad y meteorología quedan para las barras de los bares y los inquietantes días de lluvia.

Galería de imágenes del Miércoles Santo

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...