El minado de criptomonedas es algo así como la versión moderna de la fiebre del oro en California, cuando los buscadores emigraron en masa al lejano Oeste con la ambición de hacer fortuna recogiendo pepitas en el lecho de los arroyos. Pero a diferencia de los lingotes que se fueron apilando en las reservas de los bancos centrales, se necesita una cantidad ingente de energía para generar un Bitcoin y eso es un problema.

Cuando se creó este activo electrónico en 2008, la idea básica consistía en descargar un programa en el ordenador personal de casa para «acuñar» la moneda virtual de una manera completamente descentralizada. Cualquiera podría formar así su propio banco y modificando el código, tener una versión del sistema operativo de la que emergieron miles de plataformas.

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