The Boss eligió Sevilla para iniciar su gira europea/brucespringsteen.net

Bruce Springsteen y la ‘E Street Band’ inició la gira europea de su nuevo trabajo ‘Wrecking Ball’ en el Estadio de la Cartuja, junto a más de 30.000 personas que vibraron con el estadounidense.

En las vísperas del concierto, mientras almorzaba con mi buen amigo Pablo y su madre (a los que dedico estas líneas para darles las gracias por todo), en tono de broma, hice un chascarrillo con la edad del hombre al que íbamos a contemplar. Entonces, ella me advirtió: no lo subestimes.

Qué equivocado estaba. Qué monstruo, qué barbaridad. Ya conocía la vitalidad y el dinamismo de sus conciertos, pero tuve que ver para creer. No cabe discusión, es un axioma: es el amo, es el líder…es el Boss. Tres años después de su última cita, Bruce Springsteen y la ‘E Street Band’ volvían a la capital hispalense para iniciar la gira europea de su último trabajo, ‘Wrecking Ball’.

De nuevo, el lugar elegido fue el Estadio Olímpico de la Cartuja, que contó con un aforo de más de 30.000 personas dispuestas a bailar y a disfrutar del rock del Boss. Las temperaturas habían sido infernarles durante todo el fin de semana, pero un cielo nublado y una pequeña lluvia dio un poco de tregua.

Homenaje al 15-M

Los primeros compases del tema principal de ‘El bueno, el feo y el malo’ fueron el pistoletazo de salida a más de tres horas de concierto. Sin descansos, sin tan siquiera intervalos entre una canción y otra, sin apenas momentos de silencio. Al inicio primaron, como es lógico, sus nuevos trabajos.

‘Wrecking Ball’ es un disco de protesta, un grito contra la crisis mundial actual. Springsteen nunca se ha callado ante lo que él considera injusticias. Ya lanzó sus letras llenas de ira contenida contra los que pusieron en marcha la guerra de Irak; al igual que también intentó animar a un país hundido tras el 11-S. Es su forma de ser patriota.

Por ello, un tema fue dedicado a los indignados del 15-M. Leyendo una chuleta puesta en el suelo por los operarios, dijo en un ‘extraño’ español: “Sé que aquí los malos tiempos son incluso peores, por eso nuestro corazón está con vosotros”. Para algunos será populismo barato, pero funcionó.

También destacó las partes instrumentales, dirigidas con maestría por la ‘E Street Band’. No son los meros acompañantes de Bruce Springteen, son mucho más que eso. Charles Giordano y sus dedos mágicos en el piano, el apoyo a la guitarra de Steven Van Zandt, el saxo de Jake Clemons (sobrino del inolvidable Clarence Clemons, ‘Big Man’, fallecido el año pasado y que recibió su homenaje), la trompeta, el violín… todos lo dieron todo.

Bruce Springsteen es todo carisma. Sus coreografías en el escenario, sus continuas bajadas al foso junto a los fans y, por supuesto, sus ritmos. Ha sabido como nadie unir el rock con el folk, y lo demostró durante el concierto, incluso con sonidos más cercanos al Soul y al Gospel, en momentos en que parecía que se alzaba como un pastor del Rock & Roll ante su rebaño.

Sevilla se rinde al Boss

Entonces se llegó a la mitad del concierto, donde empezaron a sonar melodías más alegres. Con ‘Waiting of a sunny day’ llegó la espontaneidad del Boss. Subió a una pequeña niña al escenario, el sueño de las 30.000 almas que allí bailábamos y cantábamos. Y anda que se puso nerviosa la pequeña, que fue aplaudida por todo el estadio tras cantar el estribillo. Ya tiene algo que contar.

Es lo bueno de tener una carrera musical funcionando desde 1969, que eres capaz de unir generaciones. Estaban los más maduros, estábamos los jóvenes que lo conocemos gracias a nuestros padres, y estaban (y estarán) los niños. Bruce Springsteen es un puente hacia la Historia de la música.

Tras ‘Shackled and drawn’ y ‘Candy’s room’, ‘Because the night’ nos recordaba que nos acercábamos al final. Pero el sprint no pudo ser mejor: era la hora de los clásicos. Era la hora de las canciones que nos hicieron amar al Jefe. Era el momento de bailar en la oscuridad y comprender que habíamos nacido para correr. Y que conocemos a un tal ‘Bobby Jean’.

Cuando todo acabó, estábamos desatados. La gente, apelotonada para salir, seguía tarareando a viva voz los estribillos, seguía aplaudiendo; teníamos el virus del Rock & Roll en el cuerpo. Éramos felices, pero si había algo que podíamos criticar, eso era la sonoridad, ya que se hacía un eco bastante molesto.

Sevilla se había vuelto a rendir ante el Boss. Sus siguientes pasos en España son Las Palmas, Barcelona, San Sebastian y Madrid. A ciencia cierta, no sé cómo lo hace. Cómo es capaz de aguantar sus conciertos tan largos y dinámicos. En el último acabó con la voz ronca dándonos las gracias. Es un caballero andante del Rock, sólo que por espada lleva una guitarra. Y siempre la lleva desenfundada.

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