Hay temas que siempre han sido y siempre serán llevados al papel y al escenario por el hombre, desde los inicios de la literatura y del teatro: la vida, la muerte, el amor… Con ellos han evolucionado el hombre y la sociedad, trayendo de la mano nuevos temas que, siglos después, siguen brindando razones a pasiones y opiniones encontradas: entre ellos, la Justicia.


‘La fiesta de los jueces’, de Ernesto Caballero, en el teatro Lope de Vega; versión libérrima de ‘El cántaro roto’ de Heinrich von Kleist, 1806, comedia del romántico alemán con crítica mordaz al sistema judicial de su tiempo: la corrupción de la justicia, la prevaricación y el abuso del poder público.

Caballero la trae a nuestros días, al mismo de la función, mostrándonos a unos jueces que en la fiesta de un acto institucional llevan a escena la citada obra del XIX: en ella, el juez de un pueblo demuestra unas formas muy libres y particulares de administrar justicia, y resulta además estar muy implicado en ese mismo asunto que le ocupa.
Bien los ocho actores. Regular las canciones: ni quien esto escribe ni quienes con él fueron entendieron la letra de la primera. Simpáticos los guiños a la actualidad: a los días que vivimos con una justicia politizada y campo de disputas e intereses; y a ese programa espectáculo que es el telediario y en el que innumerables juicios a personajes populares son siempre capítulo destacado.
Sobre el escenario, todo discurre con un enorme espejo detrás inclinado hacia adelante. Un espejo que refleja, como la obra, los defectos de una sociedad plagada de desacuerdos. Un espejo que al final cae dejando vacío el escenario, dejando la fría y potente imagen de los entresijos del teatro, apenas la limpiadora barriendo junto a cajas, escaleras y puerta de atrás: un panorama desolador.

www.SevillaActualidad.com