La manifestación del 4D dejó imágenes como ésta en las ocho provincias/SA

El hombre siempre tiende a volver la cara a lo que el resto considera como evidente. Un año tiene 52 semanas, 365 días y aproximadamente una eternidad de horas de trabajo que bien enriquecen una vida. Aproximadamente 70 pasos separan un número de Martínez Campos del antiguo Cuartel de la Policía Armada de Alameda de Colón. Hoy día solo pervive la fachada neoclásica del entonces cuartel, siendo hoy un edificio mixto entre oficinas y viviendas.

Si Alameda de Colón fuera una persona, sería como los nobles rusos exiliados en París: huidos de la patria a esperar desde bien temprano el sol del Este. Así es, una calle digna, bien escoltada y rematada por palmeras, pateada desde la bruma matinal por profesionales liberales que saltan a la calle como el boxeador que no se va a dejar tumbar por muy fuerte que vengan los golpes, una calle que echa a sonreír a la media mañana, cuando nadie lo espera.

En la ciudad de la que estoy hablando las gaviotas vuelan bajo para escuchar las bocinas del melillero al caer la tarde, como si vinieran a preguntarse cuantas vidas caben en su tiempo, como el niño Albanio de Ocnos. 23. 23 balas. 22 al aire y una que se llevó una vida por delante, y un 4 de Diciembre. En la esquina de aquella Alameda, aquél paseo imperial venido a más, con el puente de Tetuán cayó García Caparrós.

Fueron cientos las veces que crucé por esa esquina bregando por mor de lo diario y jamás llegué a pensar que en aquella esquina las flores de la vida fueron cortadas de repente; la juventud, lo no vivido. Manuel José García Caparrós se fue sin conocer aquellos ángeles que Revello de Toro pintó, se fue sin ver el este de la tarde huérfano de sol desde Cortina del Muelle, le arrancaron la vida sin posibilidad de dejarle un último paseo por esa Roma que vive en los 500 metros de Alcazabilla.

Hace cuarenta años el blanco y verde de las banderas se tejía a partir de trapos, banderas puras, como la Libertad, como la vida que se va; palabras cera, obras acero, y esta tierra, la tierra, se ganó su Libertad desde la legitimidad, porque la tierra es aquello por lo que merece la pena brindar y luchar.

En aquellas cuadras que van de Alameda de Colón a Alcazabilla, pasando por la plaza Alfonso Canales, vivía el mundo de uno que siempre fue ajeno a aquella muerte del joven idealista. Y fue entonces, hoy día, cuando se cae en la cuenta de que la muerte, con su viento frío, convivía mano a mano con la vida en aquella esquina en la que una parte de la libertad se nos murió.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...