Torear es engañar al toro sin mentir. No lo digo yo, -según Herrera- esto lo dijo Manuel Vidal. Cuando ya hoy no suenen las campanas, ni los silencios se rompan por el rumor de los vencejos.

Cuando estas palabras queden en el vacío y un servidor siga significando poco. Cuando una mirada amarga de mujer acabe de morir en el rosáceo de los cielos que se pierden por la Argónida y la muerte sea la esencia del pasatiempo absurdo por excelencia: la vida; dos jóvenes efebos de la ciudad serán toreros.

Si algo en común tienen las Españas de los 80 y la actual es que eran y son un país acomplejado deseoso de ser querido fuera. Ya se sabe aquello: si escucha a alguien hablar bien de Inglaterra, es inglés. Si escucha a alguien hablar mal de los ingleses, está ante un francés. Pero si escucha a un caballero hablar mal de las Españas no cabe duda, es español. Si uno se permite el lujo de hablar de este país en plural es porque se crió escuchando historias de reyes godos de las Asturias de España y las Asturias de Santillana, pero esta anécdota última que acabo de citar es solo una distracción tan artificiosa como el mecanismo tourbillon de mi Bovet.

El único libro que leí dos veces fue Windows on the world, de Frederic Beigbeder, las únicas columnas que leo dos veces son las de este francés en la última página de la revista Icon. En una de ellas mencionaba, No me avergüenzo de admirar a ese jovencito que va a presidir mi país durante los próximos cinco años (…) no soy humorista, sino novelista y como tal lo que me gusta de Macron es que es un personaje de novela. Así, en casi un párrafo, Beigbeder queda a tal altura que nuestras Españas siguen siendo las mismas que en los 80: un país acomplejado deseoso de ser querido fuera.

Quizás la generación del 27 retrató como nadie esa apatía, hartazgo del exilio interior en un país en el que es mejor hablar a voz media, fuere a ser que la piel fina ajena resultare quemada. Si uno va a la plaza de los toros y realiza un viaje panorámico desde el tendido 12, de izquierda a derecha, se encontrará con otros tiempos, con otra ciudad dentro de la ciudad. Ava Gardner reposando sus brazos sobre el capote de Luis Miguel Dominguín. El hermano de Domingo, el comunista, Domingo el productor de Viridiana y el primer artífice de aquella Palma de Oro en Cannes.

Rocío Jurado poderosa con una montera de Espartaco en el tendido 1, como la diosa que era. Una Atenea Promakos invencible. Y como no, Julio Iglesias con la puerta del Príncipe a sus espaldas, jersey a los hombros y gafas degradè; vistiendo una sonrisa que sigue siendo atemporal y acaba por ser indie. Si, porque aquí todos somos modernos e indies hasta que aparece una charanga. Ergo, todo es indie. En la ciudad que vive dentro de la ciudad, en la ciudad de la plaza de los toros uno tiene la certeza de haber cometido sus mejores errores. Tomados estos por los errores de juventud y los errores que están por cometerse. Una manoletina dibujando una cruz en el albero, Morante perdiendo sus pasos en el callejón mientras apura humo que precede al miedo y miradas de nostalgia de mujeres que se pierden en el tendido buscando el cielo que esconde cómplice a la muerte.

Si un hombre no es hombre hasta escuchar su nombre de los labios de una mujer, esta es invencible cuando su mirada oscura se pierde en la danza de hombres con la misma muerte. Pablo y Rafael, Rafael y Pablo; regios nombres y porte. De uno el pundonor, de otro los andares y la mirada atornillada en el albero.

Juan y José perdidos en la muerte, uno rey de los toreros, otro rey de la revolución de la danza con la muerte y la ausencia de voluntad. Aguado y Serna guardan en sus formas y ojos la esencia que cada 50 años sale a la calle. La del verano peligroso de Papá; la de la pinturería de Bergamín. Dejar volar el alma y que se pierda en la misma muerte… ahí queda resumida la vida, el modo de vida.

Ahora, tras mis pocos años, no me veo acomplejado por lo que los abuelos nos enseñaron a vivir. En cierta ocasión, el profesor Víctor Vázquez mencionó que cuando mejor se ve reflejado a un torero es en su hermano -refiriéndose a Javier y Borja Jiménez-, y lo cierto es que si el toreo inspira para llegar a conclusiones así no puede resultarme algo de lo que avergonzarme o arrepentirme, más bien al contrario. Puede ser algo salvaje, bestial, e incomprensible. Pero así es la metafísica.

Si me preguntaran porqué, no sabría responder sin gastar al menos 7 días de conversación. Como si me preguntan porqué el Betis, la metafísica y el alma tienen eso en común: lo incomprensible. Con todo, la ciudad que vive fuera de la ciudad que mora en la plaza de los toros tiene esas cosas y estatismo que cansan. Y la única certeza que hasta hoy me guardaba es que de tanto odiarnos -ella y yo- hace tiempo que le ganamos la batalla a la eternidad. Lo nuestro no ha dejado de ser una danza con la misma muerte en la que ambos siempre salimos ganando.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...