No cuesta volver de las vacaciones por mor de la Navidad máxime teniéndose en cuenta que no se tuvieron tales, que estas se cambiaron -gustosamente- por el trabajo y escapadas cortas a esquiar y a la ciudad parque de atracciones, la que nunca cambia. Véase con justicia que todas las ciudades son parques de atracciones, jamás cambian en todo aquello que nos gusta, todo aquello que las hace ser Nuestras Ciudades. En eso las ciudades y las personas tienen la misma identidad: resistencia al cambio en todo aquello que saben que les granjea éxito.
Tengo por manía de maratoniano terminar cada entrenamiento corriendo como si fuera James Dean en Gigante en esa escena en la que entra en el despacho de Rock Hudson saludando con su mano como si estuviera alisando un mantel. Por supuesto no extrapolo el gesto al resto de la vida diaria, me haría caer en un soberano ridículo, o eso o un gesto de diferencia; pero qué es el ridículo si no diferencia distinguida.

Por el sur obsérvase África, majestuosa, como la mujer en la mañana recién amanecida; girando el catalejo unos escasos grados al oeste la roca que las Españas no quieren, y justo delante una mesa repleta de jóvenes de espíritu que están más cerca del desfibrilador que de la cuarentena, si bien hay que ser justos y admitir que por genética y capricho del creador la cuarentena se me queda tan cerca como el desfibrilador. El café nunca me gustó, por eso lo tomo; por eso lo dejo que se enfríe, sobre todo si es bueno. Dejar enfriar el café es viajar a las larguísimas sobremesas del invierno de la infancia que huelen y saben a periódico y café frío. Un Davidoff, de los que gustan al Detective Conde de Padura, me va envolviendo en el tema de actualidad del último año: ¿qué es más importante, el personaje o el creador?

Estos días de Navidad , en los que abundó más el trabajo y la rutina deportiva diaria que las risas, vino , copas y tal -Gragera dixit-, se aprovechan para invertirlos en actualizar el trabajo ocioso que se va guardando: artículos periodísticos, revistas, libros. Me sorprendió Un caballero en Moscú, de Amor Towles, y veo que es cierto esa teoría del hilo a temporal que une a escritores; puede unirse perfectamente a Lo que ha quedado del imperio de los Zares, de Chaves Nogales. Me está dejando con la boca abierta Juan Griego, una novela en verso escrita por Adolfo Domínguez hace 25 años y que vuelve a editarse con los añadidos que fue ideando el diseñador gallego en estos 25 años. Con todo, el que más me hizo sonreír fue Ignacio Peyró con Comimos y bebimos. Amo vivir en un país donde cada playa tiene nombre de un amor de verano, escribe el dandy diplomático, y es que leyendo este libro uno toma conciencia de que es -entre otras muchas cosas- un homenaje a los caraduras simpáticos y bon vivants como quien suscribe, pues las Españas, las de Asturias y las del resto, son un país en el que cada calle tiene nombre de amor de la vida.

Si todos los días de Navidad trufados de libros quedaron, tuvieron algún tinte periodístico. No faltó, ni faltará, mi cita mensual con el nuevo Savonarola que pretende el noble propósito de rehabilitar a los hombres, pero esta semana no hablaré de él; no es mi negocio. Llamó la atención un artículo sobre Woody Allen en determinado diario que venía a redimir al director neoyorkino, como si el director de Medianoche en París necesitare que lo redimieran. ‘El director ha caído completamente en desgracia; parece que su última película ni siquiera llegará a estrenarse y que es muy poco probable que encuentre el modo de hacer ninguna otra. Habrá quienes piensen que nuestro mundo así es un poco más justo. Yo, quizá llevada por mis debilidades, no puedo dejar de sentir que he perdido algo. Y querría expresar eso que he perdido en términos de gratitud’, comienza la profesora de literatura que firma la tribuna en una semblanza de las experiencias que le regaló el cine de Allen.

Lo cierto es que me hubiera gustado leer la tribuna en otro diario que no hubiera sido el que la publicaba, básicamente por ser uno de los que más azuzó el incendió contra Allen. Pero bien sabido es que este diario es experto en eso: incendiar, y que apague el fuego una firma invitada en una tribuna libre. No redimiré a Allen de las acusaciones de abuso de su hija, no soy Juez; pero también he de agradecerle a Allen esa reunión a tres que concertó entre Fitzgerald, Hemingway y yo en Medianoche en París. Pocas películas con tanta magia como esta vi.

Entretanto, surge la pregunta de siempre: ¿podemos quedarnos con la obra después de lo que hizo el personaje depravado?. En 1977, Simone de Beauvoir firmaba una carta-manifiesto en Libèration, junto a otros personajes, en la que pedía el reconocimiento del derecho del niño y adolescente a mantener relaciones con personas de su elección. Beauvoir es clave -a mi me lo parece- en la lucha porque las mujeres tomaren conciencia de su poder, no obstante puede tomarse lo anterior, y así debe ser, como una defensa acérrima de la pedofilia; por supuesto tal escándalo no desmerecerá su obra. La francesa se despachaba a gusto, tan a gusto que llegaba a decir y creer que el feto es un parasito que explota y desnaturaliza a las mujeres. Por supuesto, tal no desmerecerá su obra.

De muchas cosas hay que enorgullecerse de ella, odiaba tanto a todo el mundo como Mohamed Ali. Y algo puede reconocérsele también a Beauvoir: para cierta parte -mínima- del feminismo nada hay más importante que la propia mujer, el individuo, y la consecuencia es que nadie juzgará a Beauvoir por esto, o por su sutilidad como colaboracionista nazi, si no por su labor en despertar conciencias. No sabemos a ciencia cierta qué será ya de Woody Allen, se puede y se podrá repudiar al hombre, pero ello no implica repudiar su obra, exactamente igual que ocurre con Beauvoir. Con todo, Allen jamás alcanzará la gloria infinita de Beauvoir: aguantarse a sí misma y a Sartre a la misma vez es una de las grandes proezas del siglo XX.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...