Aunque los reyes de la ilusión estén ya fuera de nuestro alcance, a estas horas sus pisadas aún frescas revelan su paso por nuestras casas con un manto de
juguetes, perfumes, ropas y papel, mucho papel para envolver nuestros sueños.
Cuando leas esto, lector, estarás cansado por los viajes, las comidas, los regalos. La rueda de tus recuerdas -un giro a la infancia, ida y vuelta- habrá
regresado de nuevo al lugar de origen. Esa casa y esos nombres. Las carreras de los pequeños que son tus carreras; sus gritos de alegría resonando con tu
misma voz; los lazos del regalo doblados por unas manos por las que el tiempo ha pasado sin detenerse.
Y de pronto eres niño y el mundo reluce, se levantan las muñecas, los barcos pirata rebosantes de ron y de historias, los soldaditos de plomo inmortales. El
salón rebosa de papel brillante, suena una música diferente que es la misma todos los años. Los puedo ver claramente, mis padres sonríen en el salón y mis
hermanos tiemblan como yo, como lo hacen los niños que ves correr hoy. Si lo piensas, tu experiencia es la mía y la de ellos. La misma para todos. La esencia
de la felicidad, el culmen de la infancia, el momento más alto.
Y caes en la cuenta. El brillo de la ilusión lo ciega todo. Te quedas con las capas y los camellos, los juguetes, el oro, el incienso y la mirra de los
reyes, unos reyes que sonríen sentados en el sofá, que cortan un trozo de roscón y preparan café para esconder las ojeras. Tú no has visto las carreras ni el
sudor; no has visto los agobios, las horas extras y la soga al cuello. Porque la ilusión es un bien muy preciado, aunque tú no lo sabes, aunque nosotros
nunca lo hayamos sabido. Ellos son los magos y el truco te ha vencido una y otra vez a lo largo de los años sin que termines de comprender el misterio. Cómo
es posible, cómo.
Así que sonríe y agradece, disfruta tu momento, lector, porque hoy vuelves a ser niño y el truco te ha vencido de nuevo. Ellos han sonreído como antaño y tú
has vuelto a temblar con tus hermanos mientras suena una música diferente que es la misma. Es la fuerza de la ilusión, el verdadero misterio de los Reyes
Magos. El truco que nunca comprendimos de pequeños -¿Mamá, cómo consiguen ver a todos los niños en una sola noche?- que vuelve victorioso.  Y la Felicidad
inmensa, sin medida.

Aunque los reyes de la ilusión estén ya fuera de nuestro alcance, a estas horas sus pisadas aún frescas revelan su paso por nuestras casas con un manto de juguetes, perfumes, ropas y papel, mucho papel para envolver nuestros sueños.

 

 

Pablo Rodríguez. Cuando leas esto, lector, estarás cansado por los viajes, las comidas, los regalos. La rueda de tus recuerdos -un giro a la infancia, ida y vuelta- habrá regresado de nuevo al lugar de origen. Esa casa y esos nombres. Las carreras de los pequeños que son tus carreras; sus gritos de alegría resonando con tu misma voz; los lazos del regalo doblados por unas manos por las que el tiempo ha pasado sin detenerse.

Y de pronto eres niño y el mundo reluce, se levantan las muñecas, los barcos pirata rebosantes de ron y de historias, los soldaditos de plomo inmortales. El salón respira papel brillante, suena una música diferente que es la misma todos los años. Los puedo ver claramente, mis padres sonríen en el salón y mis hermanos tiemblan como yo, como lo hacen los niños que ves correr hoy. Si lo piensas, tu experiencia es la mía y la de ellos. La misma para todos. La esencia de la felicidad, el culmen de la infancia, el momento más alto.

Y caes en la cuenta. El brillo de la ilusión lo ciega todo. Te quedas con las capas y los camellos, los juguetes, el oro, el incienso y la mirra de los reyes, unos reyes que sonríen sentados en el sofá, que cortan un trozo de roscón y preparan café para esconder las ojeras. Tú no has visto las carreras ni el sudor; no has visto los agobios, las horas extras y la soga al cuello. Porque la ilusión es un bien muy preciado, aunque tú no lo sabes, aunque nosotros nunca lo hayamos sabido. Ellos son los magos y el truco te ha vencido una y otra vez a lo largo de los años sin que termines de comprender el misterio. Cómo es posible, cómo.

Así que sonríe y agradece, disfruta tu momento, lector, porque hoy vuelves a ser niño y el truco te ha vencido de nuevo. Ellos han sonreído como antaño y tú has vuelto a temblar con tus hermanos mientras suena una música diferente que es la misma. Es la fuerza de la ilusión, el verdadero misterio de los Reyes Magos. El truco que nunca comprendimos de pequeños –¿Mamá, cómo consiguen ver a todos los niños en una sola noche?– que vuelve victorioso. Y la Felicidad inmensa, sin medida.

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