Mientras leo las noticias con el caso Cablegate, me enorgullezco del Periodismo y de las hoy bienvenidas nuevas tecnologías. Wikileaks ha hecho saltar por los aires toda la basura escondida bajo la manta de las relaciones internacionales, la diplomacia mundial y los gobiernos de todo lugar, color e idea.
Pablo Rodríguez. Tussam, el verdadero altavoz de esta ciudad, ha dictado sentencia. Wikileaks mola y Assange es el héroe de todo hacker, periodista comprometido, obrero de siete de la mañana, personas de la tercera edad y estudiantes que toca por destino la línea C2. Hacía tiempo que no veía tanto periódico de pago en los asientos, ¿será que el buen periodismo –que denuncia las injusticias del sistema y busca la verdad- es aquel que realmente vende?
Anoche, mientras volvía a casa, dos estudiantes hojeaban un periódico y una chica le decía a la otra que en Sevilla hacía falta un hombre como Assange. No puedo estar más de acuerdo. Si bien nuestra ciudad ha tenido algún que otro Cablegate, a su nivel evidentemente, – como los problemas con las facturas falsas, por ejemplo- apenas pasamos por encima de los escándalos. En general, las denuncias se esconden en páginas interiores de diarios que son echados a pelear entre ellos mientras el empresario se va con la maleta, el político vuelve a su sillón y el ciudadano se queda con cara de bobo.
Por eso no puedo hacer otra cosa que gritarlo. Queremos un Assange propio. Esta Sevilla-Santo Tomás necesita ver las presiones de los empresarios, las triquiñuelas de fundaciones, asociaciones, organismos y entes que se intercambian sillones como cromos de fútbol para creer lo que ya intuimos. Que este sistema está corrupto, que nada va a cambiar si no cambiamos nosotros mismos.
No, Sevilla no necesita que le hagan la ‘cobra’ con trenes-bala; ni teleféricos bebiendo los aires del río; ni dedos de hormigón señalando al cielo en Puerta Triana porque el progreso, el bienestar económico, las subvenciones, blà, blà, blá… sólo Assange, sólo este Wikileaks de autobús, de plaza del mercado y nosotros.
A ese Assange sevillano, hijo hipotético del Guadalquivir, le cederíamos los trastos como a un torero: en esta mano el capote-espacio de Internet; en esta otra la espada de la ciudadanía, quizás el arma más poderosa de la tierra. Al fin y al cabo, la plaza ya la tiene junto al río. Y la gloria esperándolo a las puertas.

Wikileaks ha hecho saltar por los aires toda la basura escondida bajo la manta de las relaciones internacionales, la diplomacia mundial y los gobiernos de todo lugar, color e idea. Mientras leo las noticias sobre el caso Cablegate, me enorgullezco de Internet y del Periodismo.

Pablo Rodríguez. Tussam, el verdadero altavoz de esta ciudad, ha dictado sentencia. Wikileaks mola y Julian Assange es el héroe de todos los oficinistas, obreros de siete de la mañana, parados, personas de la tercera edad y estudiantes que tocan por destino la línea C2. Hacía tiempo que no veía tanto periódico de pago en los asientos, ¿será que el buen periodismo –que denuncia las injusticias del sistema y busca la verdad ante todo- es aquel que realmente vende?

Anoche, mientras volvía a casa, dos estudiantes hojeaban un periódico y una chica le decía a la otra que en Sevilla hacía falta un hombre como Assange. No puedo estar más de acuerdo. Si bien nuestra ciudad ha tenido algún que otro Cablegate, a su nivel evidentemente, –como los problemas con las facturas falsas, por ejemplo- apenas pasamos por encima de los escándalos. En general, las denuncias se esconden en páginas interiores de diarios que son echados a pelear entre ellos mientras el empresario se va con la maleta, el político vuelve a su sillón y el ciudadano se queda con cara de bobo.

Por eso no puedo hacer otra cosa que gritarlo. Queremos un Assange propio. Esta Sevilla-Santo Tomás necesita ver las presiones de los empresarios, las triquiñuelas de fundaciones, asociaciones, organismos y entes que se intercambian sillones como cromos de fútbol para creer lo que ya intuimos. Que este sistema está corrupto, que nada va a cambiar si no cambiamos nosotros mismos.

No, Sevilla no necesita que le hagan la ‘cobra’ con trenes-bala; ni teleféricos bebiendo los aires del río; ni dedos de hormigón señalando al cielo en Puerta Triana porque el progreso, el bienestar económico, las subvenciones, blà, blà, blá… sólo Assange, sólo este Wikileaks de autobús, de plaza del mercado y nosotros.

A ese Assange sevillano, hijo hipotético del Guadalquivir, le cederíamos los trastos como a un torero: en esta mano el capote-espacio de Internet; en esta otra la espada de la ciudadanía, quizás el arma más poderosa de la Tierra. Al fin y al cabo, la plaza ya la tiene junto al río. Y la gloria esperándolo a las puertas.

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