A todo el mundo nos encantan las estadísticas. Nos ayudan a mantenernos informados sobre cómo piensa, vive y se relaciona la gente y a establecer unas coordenadas en la realidad que nos rodea. El problema es cuando el objeto de estudio es relevante y de interés público y los datos, o no se actualizan, o no nos molestamos en actualizarnos nosotros mismos. Entonces se afianzan leyendas urbanas como que Finlandia es el país del mundo donde más suicidios ocurren. Y esto hace ya varios años que dejó de ser cierto.

Marta Comesaña. Entre los años 1965 y 1990 Finlandia sufrío un boom económico e inmobiliario que hizo que la gente se trasladase a vivir a ciudades más grandes y que el ritmo de vida fuese más frenético. Se piensa que este cambio en el estilo de vida fue lo que triplicó la tasa de suicidios. Además, en 1991 el índice de suicidios entre adolescentes llegó a ser el más elevado a nivel mundial, probablemente también relacionado de alguna manera con lo anterior. En aquella época se hablaba de 30 casos de suicidio anuales por cada 100.000 ciudadanos, una barbaridad. Estos datos, que en su momento no hacían más que reflejar una dura realidad, se han convertido hoy día en una sombra que les sigue persiguiendo. Y, lo que es peor, también fuera de sus fronteras.

Pero, ¿es cierto que Finlandia sigue encabezando esta lista negra?

Entiendo que tratar el tema del suicidio puede resultar quizás un poco violento. Sin duda para mí lo es. Pero llevo demasiado tiempo escuchando cómo gente que apenas sabe localizar este país en el mapa, lo único que sabe decir de Finlandia es que mucha gente se suicida porque están amargados con el tiempo que hace aquí. Y me van a perdonar, pero esto no es así. Tendemos a escuchar lo que se dice por ahí y convertirlo en verdad absoluta, sin pararnos a corroborar si lo que estamos diciendo coincidide o no con la realidad actual. Y después nos molesta que digan que España es un país de flojos y que nos pasamos la tarde, o bien  durmiendo la siesta, o viendo los toros. Imagínense cómo les tendría que sentar a los finlandeses esto otro sin ser tampoco verdad.

La tasa de suicidios en Finlandia es elevada, eso es cierto. Se registran todavía unas 1000 muertes de este tipo al año. Según informes de 2007, que nos sirven al menos para tener una referencia, se producen 18 suicidios al año por cada 100.000 personas en el país, frente a los 6 por cada 100.000 que se producen anualmente en España. Sin embargo, en los últimos años se está reduciendo considerablemente. En estos mismos estudios, Finlandia se encuentra en la posición número 14 y, aunque está a la cabeza de los países nórdicos, los que lideran esta lista son mayoritariamente del este de Eurpoa y asiáticos.

Los propios finlandeses no son capaces de sacar una conclusión fiable sobre esta disminución de los casos. Lo que sí es cierto es que el sistema educativo ha contribuído positivamente llevando a cabo multitud de campañas de concienciación en institutos y universidades e, incluso, durante el servicio militar, que aquí es obligatorio.

De forma paralela, distintas asociaciones luchan por la integración de personas socialmente aisladas como prevención, entre otros, a este dramático fin. Sin ir más lejos, el pasado domingo en Helsinki y en otras muchas ciudades como Tampere, Oulu y Turku, encendieron velas en memoria de las víctimas de suicidios y de los familiares que los han sufrido. Es un acto que se viene realizando en Finlandia desde 1992. Este año lo han hecho coincidir con la Semana de la Salud Mental que se está celebrando estos días y, que en esta edición, apuesta por el diálogo entre las personas para combatir la soledad y evitar que la gente caía en problemas como la bebida.

Porque lo que sí es cierto es que en Finlandia el consumo abusivo de alcohol es una realidad y que mucho de los suicidios están relacionados, directa o indirectamente, con él. Normalmente, el perfil de las personas que cometen suicidios aquí son varones de unos 40 años, divorciados y sin empleo. Estas circunstacias suelen desencadenar una depresión que aleja a la persona de la realidad y le conduce directamente a beber. Y en el peor de los casos tocar fondo carece, desgraciadamente, de solución posible. La mitad de los casos de suicidio están relacionados con el alcohol y una tercera parte han sido cometidos por personas alcohólico-dependientes.

Otro factor que se baraja son los largos y oscuros inviernos. Sin embargo no se puede afirmar categóricamente esta relación, sólo usarlo en algunos casos como atenuante. A pesar de que este hecho repercute en el estado de ánimo y en el carácter y forma de ser de los finlandeses y, en contra de lo que pueda parecer, muchos casos de suicidios se dan a finales de la primavera y a principios de verano, cuando los días comienzan a seer extraordinariamente largos y las horas de luz inteminables. Así que esta hipótesis, en principio, parece quedar desmontada.

Lo que me gustaría conseguir es acabar con las etiquetas que vamos poniendo y que, en algunos, casos, son imperturbables. Finlandia tiene cosas malas, negativas, claro que sí. Y, lamentablemente para ellos, el tema del suicidio está entre ellas. Pero todo cuenta con matices y puntos de vista y no es justo catalogarlo como «el país donde se mata mucha gente porque, es normal, ¡valiente mierda de tiempo que tienen!». No creo que esto sea justo cuando, además, no es del todo cierto.

¿No es mejor tenerlo como referencia, por ejemplo, de la educación, la seguridad, el diseño, la falta de corrupción y los deportes de invierno y dejar que sean ellos los que se ocupen de sus problemas?

Más en Helpsinki: el blog

www.SevillaActualidad.com