A estas horas, y ante un mar de micrófonos sordos, Paulino Plata estará explicando con grandes ornatos y eslóganes de quita-pon la patada en las costillas de los presupuestos de su consejería a los sevillanos. Con la excusa de la crisis, la Junta propina otro empujoncito más a la cultura de la ciudad que la acerca hacia la tumba en este mes tan propicio.

Pablo Rodríguez. En un presupuesto que se reduce un cuarto con respecto al anterior, el Flamenco y los grandes emblemas del Turismo andaluz (Alhambra o Museo Picasso) alcanzan las mayores cifras de inversión, mientras la Consejería deja en Sevilla 13 de los casi 250 millones de euros, una cifra de risa.

La cultura es un problema en esta ciudad. Mientras Madrid y Barcelona destacan como ombligos culturales del país, Sevilla es un chiste, una broma sin gracia enmarcada en el triángulo del panderetismo barato de la Feria, la Semana Santa y el Rocío. Y basta. Dejen de contar porque la Junta y los diferentes gobiernos de nuestro Ayuntamiento han logrado que esta ciudad sea lo que es hoy, un sinónimo de folklore-pastiche y no de cultura.

La ciudad avanza a golpe de grandes eventos como el Festival de Cine Europeo, la Bienal de Flamenco o la Muestra Internacional de Danza Contemporánea que se está desarrollando estos días. Grandes ideas a las que debería unirse una coral de pequeños eventos sostenidos en el tiempo. Pero esto es Sevilla, la ciudad en la que los buenos proyectos –Casa de los Poetas o Sala Iniciarte- quedan como barcos varados en la orilla de la Plaza Nueva.

Estamos cansados del fuego amigo, de las administraciones que siendo del mismo color van en direcciones distintas como sucede con la restauración del Arqueológico o la colocación del Tesoro del Carambolo. Pero el cáncer real está en la desidia, ley eterna que marca la senda de proyectos malditos como la renovación del Santa Clara o la ampliación del Bellas Artes.

A pesar de todo, la Sevilla Cultural sigue viva. Como demuestran inteligentes propuestas como las del Recital Chilango-Andaluz o las actividades de las salas sevillanas, aún hay tiempo. La ciudad necesita que grandes instituciones como el Ateneo o la Academia de Bellas Artes entren de una vez en el siglo XXI, tomen la iniciativa y se sumen a las pequeñas ideas del día a día cultural. Los sevillanos, siempre generosos, lo agradecerán.

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