Socialistas y populares llegan a las elecciones andaluzas de marzo del 2012 con un discurso político marcado por las presiones de instituciones transnacionales y de los nuevos actores de la economía financiera (agencias de tarificación de la deuda, acreedores, lobbies). Andalucía dirimirá si ha llegado el tiempo de la unión en un modelo de hacer política de subordinación.

Si los socialistas no enmiendan su devenir interno en el congreso nacional de febrero en Sevilla, los dos grandes partidos, PSOE y PP, se presentarán a los comicios andaluces como las dos caras –bipartidismo, a juicio de los grupos minoritarios- de una misma moneda. Sus políticas han ido históricamente por caminos divergentes hasta no hace mucho. Unos, los socialistas, vienen de la clandestinidad y resistencia a la dictadura franquista, los otros, los populares, son herederos políticos del sistema anterior, representantes de un modelo liberal y conservador. La ‘crisis económica’ de 2008, coincidiendo con un segundo mandato con mayoría absoluta del presidente del Gobierno central, José Luis Rodríguez Zapatero, los ha guiado hacia la convergencia.

Socialistas en el Gobierno central, socialistas en el Gobierno de la Junta de Andalucía y socialistas con peso en las instituciones municipales. Socialismo en España ante una ‘crisis global’. La primera respuesta de Zapatero, una vez asumido su impacto en la estructura económica española, fue la implementación de un plan de inversiones de obra pública por valor de 11.000 millones de euros con el propósito de generar empleo y revitalizar la economía en un momento de retroceso económico en el sector privado. Este ambicioso programa, el Plan E, tuvo su par en Andalucía y en la Diputación Provincial de Sevilla.

Eran planes de ‘inversión’, que no de gasto. En comunicación las palabras son importantes. La propaganda de Hitler insultó y depravó hasta tal extremo a la clase política de su tiempo que no tuvo mayor resistencia luego para cerrar las cámaras legislativas y hacerse con todo el poder. Es conveniente aclarar que ‘inversión’ supone velar por un beneficio a medio o largo plazo mientras que ‘gasto’ lleva a hablar en última instancia de despilfarro. Los servicios a la ciudadanía son como las ONGs: no tienen ánimo de lucro. La educación o la sanidad no persigue sino la formación y salud de quienes serán el motor del país. Los productos y servicios en el mercado cumplen una función diferente que justifica la formación de toda empresa: ser rentables, obtener beneficios.

Las presiones por parte de las corporaciones e instituciones transnacionales, mecanismos por donde pasa la política neoliberal, a las administraciones estatales fueron de tal calado que obligaron al Gobierno a romper ‘el pacto’ con su electorado (por medio del programa electoral que todo candidato se compromete a desarrollar) y a  ‘rectificar’ políticamente. En 2010 la prioridad ya no era el empleo y la reactivación económica sino la austeridad, la doctrina de ‘no gastar más de lo que uno tiene’ (resume el presidente electo Mariano Rajoy), y el interés en ser ‘creíbles’ ante los acreedores para saldar las deudas.

El volantazo de Zapatero fue el punto de partida del nuevo Gobierno de mayoría absoluta de Rajoy, bendecido en la promesa de ejecutar las eufemísticamente llamadas ‘reformas’. A saber: contener del ‘gasto público’, redimensionar la administración (con el consiguiente despido de funcionarios públicos en diferentes sectores), ‘flexibilizar’ del mercado laboral y priorizar el pago de la deuda al mantenimiento del Estado del Bienestar, como por unidad dispusieron PSOE-PP añadir a la Constitución. En este contexto las elecciones pasaban a ser un trámite.

Es Andalucía la autonomía de la convergencia y unión en cuanto al tiempo y al espacio ideológico de los dos grandes partidos. Las consignas de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Central Europeo y de los socios de una Unión Europea franco-alemana no han dado margen a PSOE-PP para marcar un diferencial perceptible en la práctica, más allá de unas siglas o del color rojo o azul de una puesta en escena mitinera.

El electorado andaluz puede asistir con desconcierto a un traspaso de poder de PSOE a PP. El Gatopardo andaluz es Javier Arenas y el cambio es para que nada cambie, para garantizar el mantenimiento del sistema. Alternancia; que no alternativa. Siguiendo a Lampedusa, cuando en la Sicilia de primeros del XIX caía la aristocracia, llega la hora de los burócratas y de los mediocres.

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