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El amor y el odio son los temas globales por antonomasia. A lo largo de la Historia, esas dos pasiones  han iniciado guerras, inspirado a los más célebres artistas y dado  origen a las canciones más tarareadas. El amor nos mueve, nos hace ver pajaritos y nos coloca una sonrisa permanente en la cara como si los demás problemas no existieran. El odio, igual que el amor, es un motor poderoso en el ser humano. Pero, ni están tan lejos entre sí, ni las mariposas en el estómago son las culpables de que los sintamos. Es sólo cuestión de química.

María Robert. El tema del funcionamiento psíquico y biológico de los sentimientos lleva siendo investigado por los científicos durante toda una década.

La profesora Psicobiología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Pilar Casado, ha expuesto en una conferencia celebrada en Málaga que hay zonas del cerebro que se activan tanto si la persona experimenta sentimientos de amor como de odio. La Psicobiología, disciplina balo la que se ha realizado el estudio, concibe el comportamiento desde la perspectiva del funcionamiento biológico.

La culpable de que la frase “del amor al odio hay sólo un paso” no sea sólo una parte más del refranero popular y esté basada en bases científicas es la ínsula. Esta zona del cerebro, relacionada con las emociones primarias, permanece en activo al amar y al odiar.

¿Cuántas veces hemos ‘perdido la cabeza’ por alguien? La mayoría de la gente ha vivido una situación similar. No obstante, esa sensación aparentemente tan irracional está justificada científicamente. La explicación que dan los investigadores es que hay determinadas zonas del cerebro que se desactivan cuando una persona demuestra su cariño a otra, y están relacionadas con aquellas áreas donde se producen los juicios sociales y morales y el razonamiento.

Para llevar a cabo estas investigaciones se ha utilizado la técnica de neuroimagen, que es un escáner del cerebro. Así se puede ver en que zonas se está dando actividad y «nos explican cuándo pasan cosas en nuestro cerebro», ha precisado Casado, que ha desechado la idea de que el funcionamiento de la mente se limite en exclusiva a procesos cognitivos.

La admiración, la pena o el miedo también tienen lugar en el cerebro

Otros experimentos en la materia se han centrado en la admiración y la compasión, y los resultados han arrojado que cuando estas emociones están vinculadas a algún factor físico, como admirar la belleza de alguien, activan zonas diferentes del cerebro que cuando están relacionadas con un factor psicológico. Esta diferencia de funcionamiento del cerebro respecto a si la admiración o la compasión se produce por algo físico o psicológico indica, según Casado, que el cerebro «cuenta con el sustrato biológico de haz a los demás lo que quieres que hagan contigo».

Dentro de las emociones primarias también se encuentra el tan humano miedo. Investigaciones centradas en este sentimiento, han obtenido resultados que indican que el cerebro de una persona reacciona cuando ve una expresión de miedo en la cara de otra persona, algo que se produce en muchas ocasiones de forma subconsciente. «El miedo nos genera la misma reacción neurológica incluso sin que hayamos sido conscientes», ha explicado la experta, que ha concluido que «la mente humana es una construcción en nuestro cerebro que sólo considera una parte de la realidad y es muy influenciable a lo externo».

La perspectiva psicobiológica es tan sólo una de las numerosas disciplinas que estudian el comportamiento. La mente es un sistema con miles de departamentos interrelacionados, y que además esta llena de misterios. Y el origen de nuestras emociones es un misterio aún mayor.  La ciencia, ya sea desde esta u otras perspectivas, se ha adentrado en complejas investigaciones para descifrarlos. Y aunque aplicar la razón a nuestras pasiones sea poco propio de los románticos empedernidos, siempre es bueno saber que si alguien nos deja no nos habrá roto el corazón, sólo nos habrá trastocado un poco el cerebro.

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