joaquin-ferrera-210716-ok

¿Cuántas veces no te has atrevido a pedir algo por miedo a la respuesta? En concreto, miedo a que te digan que “no me gustas”, “no quiero nada contigo”, etc.

Se habla mucho de la importancia de saber decir no y de poner límites a las cosas que de verdad no quieres, pero de lo que no se habla tanto es de cómo el miedo a que te digan que no a ti te puede paralizar y afectar personalmente de forma importante. Sobre todo, cómo te condiciona para enfrentarte a situaciones similares que se puedan dar en un futuro.

Antes de nada, debemos valorar nuestras expectativas. Si queremos decirle a un chico –o chica- que nos gusta o que nos gustaría tener una relación de pareja, es importante ver qué queremos obtener de esa petición. No es lo mismo que nos guste la persona y queramos comenzar una relación seria a que nuestro objetivo sea obtener una relación sexual y se acabó.

Si esa persona nos gusta y queremos tener un acercamiento, el primer paso es reconocer a tu “voz crítica”, a ese especie de diablillo que llevamos dentro y que nos critica, que se encarga de hacernos creer que no somos capaces de hacer algo y que merma nuestra autoestima. Las frases típicas de ese ser interno nuestro son “¿no tengo la seguridad de poder hacerlo?», “tal vez no deba decírselo”, “se va a reír de mi”…

En segundo lugar, debemos identificar que existe la opción de que esa otra persona nos pueda corresponder. De no hacerlo, no tenemos que vivirlo como un rechazo o sentirnos menospreciados por ello; simplemente nos dice que no accede a nuestra propuesta.

Por último, hay que pasar a la acción. Es improductivo, además de dañino, permanecer pasivo por miedo a que nos digan que no. No hay nada peor que quedarse con la duda. De hecho, como mucho que nos digan que no. ¿Y qué? No pasa nada. Una cosa es que no accedan a nuestra petición y otro bien diferente es que esto lo vivamos como que no somos una persona valiosa o sin atractivo.

Y es que, para las personas que expresan un sentimiento o una petición a otra persona y lo hacen con naturalidad, las emociones son distintas. ¿Y qué sienten exactamente? Pues sienten que controlan la situación, van preparadas, seguras de sí mismas y con un cierto desapego del resultado final.

Así que, aunque podamos sentirnos con nervios, aunque nos importe mucho esa persona y sepamos que depende de otra persona… la actitud a mantener es de “yo lo pido porque me lo merezco y es lo que quiero; y si es que no, pues ya habrá otra oportunidad”.

Como en muchas cosas, es determinante la actitud con la que afrontamos algo. Independientemente del resultado final, lo importante es que vayamos con seguridad, y si el final no es el deseado, no pasa nada. Nuestra valía personal es un tesoro que nadie nos puede arrebatar.

http://psicologiaysexologiaintegralsevilla.blogspot.com.es/

http://www.atochaginecologica.es/