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Sabemos que la sexualidad está presente en el ser humano desde que nacemos hasta que morimos, somos seres sexuados.

En cada etapa, la sexualidad se construye y vivencia de forma distinta. En esta ocasión, centrémonos en la etapa del/la joven adulto/a.

En esta etapa, dejada atrás la adolescencia, se consolida la identidad sexual. Aumenta la autoestima y la necesidad de contacto físico. Se piensa que los varones alcanzan a esta edad su momento álgido en cuanto a deseo y respuesta sexual. A veces, es así no solo por la juventud, sino porque habitualmente va asociada a ella un buen estado de salud y por tanto una respuesta sexual satisfactoria.

En esta etapa, para muchos, la prioridad es conseguir pareja. Pero ellas, a diferencia de ellos, se centran más en la consolidación de las relaciones. Un aspecto curioso es que, a diferencia de otras épocas, el potencial sexual femenino se expresa ahora con más libertad. Esto ha hecho, que algunos varones se vean un poco desorientados y “desbordados” (ya no son ellos únicamente los que “controlan el tema”).

Si recordamos, hace unos cuantos años existía una apreciable diferencia en la etapa de la juventud entre varones y mujeres. Ellos estaban en la máxima plenitud, mientras que ellas todavía estaban un poco acomplejadas con el sexo. Hoy en día esto ocurre cada vez menos, por que las mujeres se reafirman en su sexualidad.

Otra característica de esta época es la posible llegada del primer hijo, que suele romper los patrones sexuales. A los 30 años –recuerda Pérez, “se hipertrofia el papel de amante a costa del de padre/madre y se deja un poco de lado el sexo. Esto tiene que ser una llamada de atención para la pareja, ya que puede tener consecuencias negativas en la relación”.

De los 20 a los 30 años, la persona sufre multitud de cambios, sobre todo en el plano psicológico. Es un tiempo en el que se toman decisiones que van a marcar el resto de la vida (modelo de vida, trabajo, matrimonio, responsabilidades).

En el plano de la sexualidad es un tiempo de experimentar, conocer, buscar y profundizar en la propia expresión sexual. En muchos casos, está aún presente la preocupación adolescente sobre “la destreza” en la práctica del sexo.

Si en cualquier aspecto de la vida las creencias y la educación moldean la conducta, en la sexualidad ocurre lo mismo. En la medida en que se logra madurez para preguntarse sobre principios y normas relativas a la sexualidad, cada persona adquiere la posibilidad de desarrollar su esfera sexual con total libertad y de vivir de un modo pleno su orientación sexual (heterosexual, homosexual o bisexual).

En definitiva, al igual que en otros períodos evolutivos, la sexualidad toma sus propias características. Se aprende y se consolida lo aprendido. Es momento en el que se comienzan a plantear proyectos de vida (tener o no tener hijos/as), es un período de plenitud… Tal y como alguien dijo: ”Juventud, divino tesoro”.

 

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