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La pornografía se define como una obra literaria, artística, cinematográfica, etc., que describe, presenta o muestra actos sexuales de forma explícita con la finalidad de excitar sexualmente.

Como descripción está bien, la finalidad podría también servir, esto es, la de excitar sexualmente. Es cierto que muchas personas consumen con cierta frecuencia materiales pornográficos, en cualquiera de sus formatos, con la finalidad de excitarse y/o masturbarse. Asimismo, hay que decir que este material es consumido con mucha mayor asiduidad por los chicos.

Hasta aquí todo puede ir bien. Hay jóvenes que usan la pornografía puntualmente y con el objetivo de excitarse. Ya sabemos que en la actualidad, para cualquier joven, es fácil acceder a este tipo de pornografía a través de internet. Lo nocivo, puede darse cuando desde adolescente se consume abusivamente este tipo de material. Debemos tener en cuenta que, a estas edades, lo que se está “aprendiendo” de las relaciones sexuales, mucho antes de haberlas tenido, es un sesgo importante en qué es una relación sexual normalizada.

Algunos autores como, Dolf ZillmanyJennings Bryant, demostraron a través de su investigación que la exposición continúa y abusiva a la pornografía tenía efectos adversos sobre las creencias acerca de la sexualidad en general, y sobre las actitudes hacia las mujeres en particular.

No se puede ser tremendista, esto es, no se puede afirmar que aquella persona que haya visto material pornográfico va a quedar ineludiblemente traumatizado o convertirse en un ser pervertido. Hay muchas variables que intervienen. Aún así, quiero reseñar que el consumo frecuente y abusivo de la pornografía puede causar algunos efectos: adicción. Al igual que cualquier adicción, si algo se consume de forma abusiva puede provocar dependencia; tiene efectos adversos acerca de las creencias de la sexualidad en general, y sobre las actitudes de las mujeres en particular; los chicos pueden desarrollar expectativas sexuales que su pareja no comparte, y volverse exigente e incomprensivo con ella lo cual, ocasiona la pérdida de afecto y consideración.

Estos, y otros efectos, se han visto reflejados en distintos estudios hechos en consumidores/as habituales de pornografía desde la adolescencia.

Lo que sí parece estar claro, es que la pornografía crea un mundo irreal, en donde el consumidor abusivo visita, primero en la etapa de la adolescencia y luego en otros niveles del desarrollo. Posteriormente puede crear una relación de objetualización, que lo condiciona a depender casi exclusivamente de esas fantasías y objetos para alcanzar sus necesidades emocionales y sexuales. Si esto ocurre, mucho tiempo antes de de tener sexo con una persona real, pues tendremos una visión de las relaciones afectivo-sexuales que dista mucho de la realidad y la normalidad. Por tanto, como en tantas otras cosas, lo abusivo es nocivo. 

Finalmente, otro aspecto que he observado es que, pacientes con alguna patología sexual (disfunción eréctil, eyaculación precoz,…)  han usado películas porno como material de ayuda a la superación de su problema. No es difícil adivinar que el resultado es nefasto. Si inconscientemente, se intenta “imitar” los patrones sexuales que aparecen, pronto nos apoderará la frustración porque el cine porno también tiene connotaciones de “ciencia ficción”.

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