¿Cómo explicar a un guiri qué es el ‘rebujito’ en la Feria?

“Mira, sólo me ha costado 40 euros”, dice Lilly con acento yanqui mientras abre la gran bolsa que lleva en sus manos y saca de ella un vestido de flamenca para enseñárselo a Carmen, su compañera de clase de Antropología en una de las aulas de la antigua Fábrica de Tabacos de Sevilla.

Carmen, al ver las hechuras del traje de gitana que le enseña Lilly intenta no reírse a carcajadas delante de su amiga de Wisconsin. Y es que Lilly, en su afán de hacer una verdadera inmersión cultural en España, no sólo se esfuerza por aprender español lo mejor posible, sino que también quiere confundirse entre las sevillanas vestidas de flamenca por el albero del Real. Pero esta vez se ha adelantado y se ha equivocado. “Me lo tendrías que haber dicho antes, Lilly, y te hubiera dejado un traje mío”, razona Carmen con mucha delicadeza mientras la joven norteamericana empieza a dudar de su adquisición.

“Me han dicho que tengo que buscarme un novio sevillano a toda prisa para entrar en alguna caseta”, le cuenta entre risas Lilly a Carmen, esperando que su amiga española le invite al menos una tarde de la Feria a alguna caseta. Porque aunque sea una joven estudiante de Wisconsin en Sevilla, Lilly ha aprendido desde hace semanas, aparte de a bailar sevillanas, que las casetas públicas están bien, pero que donde se vive la Feria de verdad es en las casetas privadas.

Como Lilly, centenares de estudiantes extranjeros, en incluso españoles, se acaban de dar cuenta durante estos últimos días más próximos a la Feria de Sevilla que si no se aligeran para asegurarse de que alguien les invite a una caseta del Real, la Feria la van a pasar haciendo el dichoso botellón por el barrio de Los Remedios o en alguna esquina de recinto ferial medio a escondidas, como si fueran feriantes de segunda categoría. Por eso, si Lilly no se quiere quedar compuesta y sin caseta tiene que pulsar lo antes posible sus contactos locales.

Pero ni Lilly ni quien quiera pasar una Feria de verdad debe desesperarse. Todavía están a tiempo. Pese a lo que dicen las malas lenguas de que “los sevillanos son muy suyos y la Feria es muy elitista”, la realidad es que basta con comentarle a algún amigo de Sevilla si te da la oportunidad de llevarte un rato a su caseta para vivir esta fiesta desde dentro, y ya una vez que te encuentras en el jolgorio de la primera caseta de la semana lo más probable es que acabes haciendo nuevas amistades que te lleven encantados a otra y a otra, y así sucesivamente. Porque no hay cosa que más ablande a los sevillanos que alguien de fuera esté interesando de verdad por vivir sus tradiciones con respeto y admiración. Si son forasteros o extranjeros prueben y verán.