Procesión de la Custodia del Corpus por la Plaza del Salvador / Jaime FM

True at first light y bien hubiera dado en llamarse At the crack of the dawn. Al romper el alba es considerado el último libro que escribiera Ernest Hemingway, paseante, escritor, reportero, soldado, bravucón, valiente y buen bebedor en estas calles. Las crónicas sobre África recogidas en este libro estuvieron a punto de costarle la vida al de Oak Park, hasta el punto que se vio obligado a cancelar su viaje a Estocolmo para recoger el Premio Nobel de literatura. No obstante conviene aclarar que, aún estando en plena forma, a Hemingway le resultaba infinitamente más interesante el tumultuoso invierno Keniata de 1953-1954 y, más importante todavía, no hacer el ridículo ante los elefantes. Tanto le importó a Hemingway no ir a recoger los honores a Estocolmo que la medalla del Nobel reposa hoy –desde entonces- con la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba y de los pescadores de Cojímar, una María –ay, qué nombre- a imagen y semejanza de la Caridad de Sanlúcar, y es que Hemingway ya sabía que la vida es una línea continua con forma sinuosa entre la ciudad –en la que vivió y bailó con la muerte- con un río que quiere ser mar y  otra ciudad que inventa el Océano que bañaba aquella Cuba en la que todos le llamaban Papá.

No es África, pero el Alba rompe  igual. Fuerte, sin remedio. El romero del piso ya hace rato que va dejando de estar húmedo y viene a ser alfombra verde para esta Corte Noble de santos sin súbditos y de muchos escoltas. El aroma y la luz forman una conjunción perfecta, como si fueran amantes que en el amanecer se cuentan de dónde vienen los Dioses y cuándo empezó todo. En la Avenida Sor Ángela parece guardarse las llaves del secreto de la ciudad, de la inocencia de los niños que, casi durmientes todavía, agarran la mano de la madre como si fuera el primer clavo ardiendo que tendrán que templar. Justa y Rufina escoltan una Torre sin vendas, como reflejo de la que está sanando y recuperándose de los estragos de sus siglos, pero siempre reluciente, a pesar del tiempo. Las campanas doblan en recuerdo de la conversión del pan y el vino en el hombre, en su sangre. Porque de todo es culpa la sangre, y el cuerpo.

Decidieron despertarse San Isidoro y San Leandro buscando el norte perdiéndose por las calles como dos amigos que van de vuelta en el amanecer que vieron mutar en noche. Tienen ambos cierto aire Valleinclanesco, yendo uno tras del otro, con un respeto reverencial que marca la amistad y el abrazo a una ciudad que escoltan desde los inicios y que reverencia les rinde cuando empieza el sol a dibujarse. En la estrechez de la calle que va desde la plaza a la puerta del Perdón el tiempo nos alcanza y Cernuda parece haberse decidido salir a pasear para saludar a la Inmaculada, y es entonces cuando ignoramos el poeta, los niños y los hombres que el precio de la eternidad es la melancolía.

De todo lo que rodea el sentido es la pureza. En el amanecer que baña la ciudad como siendo esta una flor desnuda en la mañana que no admite matiz y que tiene hoy Jueves haciendo cola a amantes apasionados. San Fernando va recogiendo el primero los muebles de la Corte de la que no tiene corona en la que los reyes son inocentes barbianes que no pidieron permiso a la Ciudad para reinar en la mañana. Las coronas del Corpus de la Ciudad no se ven, nadie las lleva, pero pesan. ¿Quién dice que el aroma del romero no es una corona? Y ya va tocando el adiós. Adiós a Hemingway, lanzando al agua la botella, toca pedir residencia, hacerse ciudadano de la rotura del alba, como el Mario Conde de Leonardo Padura  que se hace ciudadano de la noche. Entonces, suena en la lontananza el rumor y ya la mañana de Corpus va cerrándose  con el recuerdo del relente frío y del lustre de romero que se dibuja en el viento. La ciudad va plegando su Corte y sus velas, porque hay que cambiar de Dios, que hasta en un día como hoy los hombres se visten de Dioses al caer la tarde y la Maestranza espera lo mismo que la ciudad que recuerda a los hijos encarnados del padre: Todo lo que le debemos sin sabernos deudores.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...