Imagen: Victoriano Izquierdo en Flickr

Se cierra un ciclo. Tanto Zoido -algo evidente- como incluso el propio Espadas han querido desmarcarse de la política llevada a cabo por el regidor que hoy ya sí abandona la Plaza Nueva. Alfredo Sánzhez Monteseirín pasará a la historia como el alcalde que lo ha sido durante más tiempo en Sevilla.

Alfredo Sánchez Monteseirín dice adiós a una alcaldía larga y cargada de grandes intervenciones. Nunca un regidor municipal en Sevilla había tenido la intención de transformar tanto la ciudad, de cambiarla según un modelo global que implicase tantos riesgos. El modelo puede gustar más o menos, y podría haber estado mejor explicado, indiscutiblemente. Pero es innegable que los casi once años de gobierno de Monteseirín no han pasado en vano por Sevilla. Ha sido un gobierno de grandes pretensiones, que quizá, hacían falta para que entrara un poco de aire fresco en la percepción que tiene la ciudad de sí misma, y la que tiene la gente de fuera.

Está claro que ha tenido más tiempo que ningún alcalde en la democracia, pero probablemente su recuerdo se fijará con la imagen de grandes obras. Los anteriores regidores quizá no supieron aprovechar el legado de la Expo, con un periodo de política municipal muy poco activa, con poca iniciativa, donde los proyectos más importantes fueron algunos parkings y reurbanizaciones de algunos barrios.

Los tres mandatos han dado para muchas luces y muchas sombras. Muchas quejas y éxitos. Sevilla, en general, es escéptica ante el cambio, pero luego, cuando ya ha visto el resultado, lo acoge con la normalidad más pasmosa. Puede ser la sociedad más crítica ante actuaciones como el carril bici o la peatonalización. Pero después, el éxito de estos hitos es silenciosamente indudable. No se alaba lo nuevo, pero todo el mundo lo asume, lo usa y no niega su utilidad.

Quizá lo que haga perder puntos en la opinión pública a Monteseirín es su propia forma de ser. No es un nombre sonado en su partido (más bien lo contrario) y eso no lleva a poner su nombre a las cosas buenas que haya podido hacer, pero sí a las malas. Con todas, hacemos un repaso, una por una, de las luces y las sombras en el mandato de Alfredo Sánchez Montesirín.

Peatonalizaciones. Fue la gran apuesta del segundo mandato, quizá lo que le hizo permanecer uno más. Se hablaba de peatonalizar la Avenida de la Constitución desde mucho tiempo atrás pero siempre hubiera sido, como fue, un hecho arriesgado. Por eso ningún regidor antes se atrevió. Y Monteseirín lo sabía. Suponía cerrar de una vez el centro al vehículo privado en gran escala. Una gran avenida, el término del viaje diario de muchos que se cerraba para los peatones, y el tranvía. Este es el punto negativo del proyecto, tanto para los que defendían una Constitución y catedral libres de humos, como los que se oponían radicalmente. O porque quitaba espacio al peatón, o porque era un “caharro inútil”.

Pero una vez realizada, la peatonalización, se convirtió en un nuevo espacio que se había ganado. Los comerciantes más críticos, que vaticinaban un centro desierto, no habían acertado al ver que la gente aceptó como suya la avenida. Y, aunque empezaran a bajar los niveles de consumo en sus tiendas, a la Plaza Nueva volvían a llegar, poco a poco, las 50.000 personas que lo hacían antes en autobuses, ahora en tranvía o andando.

Carril bici. No es un proyecto suyo propiamente dicho. Fue una iniciativa de IU de años antes que también se empezó a materializar en la segunda legislatura. Levantó muchísimas críticas en su construcción por quitar espacios a peatones y vehículos, pero sobretodo: aparcamientos. Una vez más la cólera de la Sevilla más acostumbrada a sus rutinas se quejaba de que el ayuntamiento les quitaba aparcamientos para construir algo que usaría muy poca gente. También se equivocaron.

Casi 80.000 personas al día (en días buenos, que aunque ahora no sean costumbre, son normales en la ciudad) usan este medio de transporte ya sea con sus propias bicicletas o las públicas de ‘Sevici’, un auténtico éxito. Esta cifra es más alta que los usuarios del metro (entorno a los 46.000 en días laborables) o el tranvía. Por supuesto, siempre se puede hacer mejor. Hay tramos dudosos y el mantenimiento habrá que verlo, pero pocos son hoy los que dudan de su beneficencia.

La Alameda. Es un proyecto que cuenta a su vez con muchas sombras también. No obstante, la percepción en general también es positiva. También iniciativa primero de IU, de Paula Garvín, en concreto, era una obra, más que bienvenida, necesaria. La Alameda era un sitio poco agradable en general, lleno de coches y albero. Pero el proyecto, muy democratizado entre los vecinos, se hizo eterno. Su inauguración estaba prevista para 2007 pero no es hasta diciembre de 2008 cuando se inaugura oficialmente, sin estar aún concluidas las fuentes.

El Metro. Es ‘La Obra’ de Sevilla por excelencia. Su impulso, en 1999, sale directamente del primer gobierno de Monteseirín. Es con el primer gobierno junto al PA cuando se hace firme la decisión de que la Junta tomara las riendas de este proyecto. Si bien es cierto que lo que compete a la figura personal del alcalde con este tema no es muy directo, sí podemos decir que su apuesta por el metro siempre ha sido firme. Su construcción no depende de él pero sí que se haya agilizado, o no. O que el proyecto siguiera siendo subterráneo. En sus declaraciones públicas siempre se ha manifestado a favor de que las demás líneas sean subterráneas, en contra de lo que pretende la Junta. La Línea 1, o mejor dicho, su impulso, es claramente el mejor estandarte para defender su gestión en cuanto a transporte.

Plan de Barrios. Es quizá lo menos novedoso. Imprescindible para cualquier alcalde que se precie, cuidar su imagen en los sitios donde vive la Sevilla real. Y Monteseirín también fue consciente de ello. Su gestión ha ido pareja entre grandes hitos y este tipo de obras, necesarias en la mayoría de las zonas de clase media-baja de la ciudad, su granero de votos.

Los Planes de Barrios verdaderamente parten de iniciativas, aunque mucho más ampliadas, de reformas que ya tenía proyectada la anterior gerencia de urbanismo (regentada por el PA, en la primera legislatura de 1999/2003). No por poco sonante fue menos ambicioso. Al contrario. Preveía, además de reurbanizaciones y rehabilitaciones de viviendas, la construcción de hasta 17 aparcamientos que nunca se han llegado a hacer, en algunos casos por oposición vecinal. No obstante, la percepción general de los vecinos ha sido bastante buena en este ámbito.

Festival de Cine Europeo. En lo referente a cultura ha sido el mayor impulso de los gobiernos de Monteseirín. Un festival que se ha ido consolidando en sus seis ediciones tanto en asistencia de público, como crítica, como relevancia pública internacional. Hacerse un hueco en el mundo del cine es difícil y Sevilla parece que lo está consiguiendo, entre el minoritario cine europeo, claro. El apoyo institucional es clave, y en medio del debate sobre si hay que financiar con fondos públicos o no, ese tipo de eventos, el Ayuntamiento siempre se ha posicionado por el sí. Un sí bastante claro por la cultura europea.

PGOU. Fue la mayor dedicación del primer mandato. Se consigue terminar en el segundo, aprobado por el Ayuntamiento en 2005. La Junta le da su visto bueno en 2006. Es el marco perfecto para delimitar concretamente el proyecto de ciudad que tenía Monteseirín. Todo lo referente al modelo que ha querido llevar a cabo está ahí, con cosas hechas y sin hacer.

Es un documento que peca quizás de ambicioso al que el alcalde ha querido relacionar con una “segunda modernización” de Sevilla, en referencia a una primera con la Expo. En cualquier caso, era un elemento necesario para la política urbanística. Sevilla siempre ha tenido esa carencia: organización. Y eso se nota en sus calles, muchas veces improvisadas. El PGOU, volviendo a lo mismo, es simplemente eso, un modelo de ciudad plasmado en un documento. Mejor o peor, pero la intención de tenerlo era necesaria. El anterior PGOU era del 87, pre-expo y había sido más papel mojado que otra cosa.

Grandes Proyectos. Una de las claves de Monteseirín en la “Construcción del Sueño” era otorgarle a Sevilla nuevos hitos, nuevos símbolos con los que generar esa idea de modernidad. Una lanza a favor de la revisión de la imagen de Sevilla, demasiado inmóvil para una ciudad de sus características. Era su gran apuesta, junto con las obras importantes.

El proyecto de la Encarnación, la torre Cajasol, la ampliación de Fibes, la SE-35, la biblioteca de la universidad en el Prado, la ‘Plaza de las libertades’, la ‘Piel Sensible’, etc. Algunas son pequeñas transformaciones, otras, grandes cambios radicales en la forma de entender Sevilla. Ello lo demuestra la Torre de Cesar Pelli, el rascacielos de Cajasol, impulsado y siempre defendido por el Ayuntamiento. Es un hito que corre el riesgo de chocar con lo que más le duele a los sevillanos, su imagen. Un edificio tan alto, que cambia por completo el perfil de la ciudad, siempre llano y sin sobresaltos, tan sólo violado por la Giralda. Una ley inexistente ha obligado siempre a construir por debajo de su débil techo de 97 metros. Y Monteseirín ha quebrantado esa ley, recordemos, inexistente. Como siempre, lo peor que ha hecho sobre este asunto es no explicarlo, o no explicarlo bien.

Pero lo que de verdad hace convertir a este punto (los grandes hitos) en una luz y una sombra a la vez, es su puesta en marcha. La mayoría de estos proyectos sufren eternos retrasos imperdonables. Y no sólo eso, también sobrecostes que empiezan a enturbiar su idea inicial. Metropol-Parasol debería estar inaugurado hace más de un año. Es otro de los esfuerzos más polémicos, esta vez, por el entorno en el que se encuentra: el casco antiguo.

Es otro de esos proyectos innegablemente necesarios para una plaza que llevaba 30 años abandonada, y no valía con cualquier cosa. Gustase más o menos su estética, el proyecto reúne mucho de lo que hace falta para cambiar esa visión rancia de una Sevilla anticuada. Con una solución para el mercado, las ruinas romanas, un restaurante-mirador, una plaza multiusos, etc.

Pero también con gran parte de la opinión pública en contra, sobrecostes millonarios, y más y más retrasos. A día de hoy todavía no tiene fecha de finalización. Otros proyectos como la Plaza de las Libertades, frente a Santa Justa ni siquiera han visto la luz. La crisis económica cayó como un gran jarro de agua fría encima de estos proyectos interesantes, que están en el tintero. En definitiva el tema de los ‘hitos’ es algo que como idea, como modelo, podría haber jugado en su favor, pero que, sin duda, no lo hace.