A pesar del nombre que aparece en la fotografía ha de saber que cuando esta calle fue rotulada (1920) en memoria del navegante guipuzcoano, artífice principal de la primera vuelta al mundo, el pleno municipal de entonces lo hizo con la denominación oficial de Sebastián del Cano, como lo lee. Y aunque de facto siempre ha estado escrito tal como lo puede leer, de iure no lo ha sido hasta un Pleno del Ayuntamiento celebrado este pasado septiembre en el que se aprobó; sí, no hace ni un mes y también es como lo lee. Cosas del nomenclátor y palacio que, sabido es, van despacio. Lo digo porque si necesitaron casi cuatro siglos para rotularla en su honor, trecientos noventa y ocho (398) años, después ha sido necesario algo más de uno para cambiarle al nombre actual, ciento dos (102) años. En fin.

Y del edificio portador del mismo decirle lo que seguro ya sabe, es el primero de la acera derecha de la calle y tiene ya una más que larga vida pues nació como pequeña ermita marinera (1526), para convertirse después en convento, sala de exposiciones, sede de una fundación privada, instituto americanista y, hasta, en un museo de carruajes (2020). Por cierto, el rótulo callejero está colocado en su fachada lateral que da al río y tan solo unos metros antes de una placa enmarcada de mármol que ya ha venido a estos predios, la Placa conmemorativa de la Primera Circunnavegación, que fue colocada el 12 octubre de 1919, es decir un año antes de que rotularan la calle. Ya le digo.

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Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)