El Guadalquivir se ha desbrodado a la altura de la pasarela de la Cartuja/comcinco

Al igual que la de este año, Sevilla vivió muchas situaciones de lluvia continuada e intensa en el siglo XX. El 4 de marzo de 1947, hace hoy 63 años, la ciudad registraba inundaciones en varias zonas. La riada más importante tuvo lugar con el desborde del Tamarguillo en 1961. La lluvia, por tanto, no es nueva en Sevilla.

Ángel Espínola. ¡Qué de agua en Sevilla! Pasan las tardes, los días, los meses, y continúa lloviendo en un ciudad que presume de sol. ¡Es un extraño suceso! dicen algunos, ¡Es el cambio climático, que ya viene! dicen otros. El caso es que a todo el mundo le sorprende el clima que se viene avecinando en Sevilla desde aproximadamente el mes de diciembre. El río Guadalquivir ha llegado a pisar la tierra en algunos lugares y en algunas poblaciones las riadas han sido bestiales.

Sin embargo, basta con mirar un poco nuestra historia, para darnos cuenta de que Sevilla tiene una amplia tradición de lluvias torrenciales e inundaciones prolongadas. 1917,1924 o 1936 son años en los que Sevilla sucumbió ante el poder acuático de la naturaleza. El Guadaíra y el Guadalquivir, no obstante, ya se habían desbordado siglos antes, como podemos comprobar en azulejos de las calle sAlfonso XII y Conde Torrejón.

Aunque hubiera lluvias más graves años después, una de las trombas que más curiosas resultan es la de 1947. En plena posguerra, Sevilla vivía los conocidos como «años del hambre».  Fue en el mes de febrero cuando comenzó a llover con una fuerza similar a la de este año. Y claro, las infraestructuras de entonces no eran las de ahora.

El nivel del río subió mucho en la inundación de 1947/antonioCuriosamente, un 4 de marzo como el que vivimos hoy, en la Sevilla del 47, el temporal llegó a cotas de desastre. Hasta la venerada Wikipedia incluye las lluvias sevillanas como uno de los acontecimientos más importantes de esa fecha.  Algo que podemos corroborar leyendo las primeras páginas de ABC de Sevilla al día siguiente.

«La Alameda parecía como una sábana acuática de uno a otro extremo, y expandía sus brazos por las calles afluentes» rezaba el diario católico en su página tres el día 5 de marzo. Y es que fue esta plaza la más afectada junto a Triana. Más en concreto, la calle Castilla amaneció anegada ese día y los vecinos circundantes salieron a la calle para presenciar la catástrofe. «Los zaguanes de las casas aparecían llenos de vecinos, reflejando sus rostros la natural inquietud» continúa el ABC.

En el mismo ejemplar, el capitán general de Sevilla por entonces, Ricardo de Rada, escribía un comunicado propagandístico para tranquilizar a la sociedad sevillana, harta de tanta lluvia que aún no había parado. «Todos y cada uno de los sevillanos han de colaborar en la medida de sus fuerzas al remedio de tan apremiante necesidad; es honor que no debe negarse a los hijos de la hidalga Sevilla, cuyo espíritu caritativo es timbre de gloria característico» expresaba dicho aviso.

En 1961 se desbordó el Tamarguillo

La mejora de las condiciones y el inicio de la vida normal en la ciudad, no se registra al menos hasta el 11 de marzo de ese mismo año. Por lo que el alcance del suceso no tiene nada que envidiar a los lluviosos días que afrontamos. Aunque quizá, la más recordada catástrofe climática vivida en Sevilla fue el desborde del Tamarguillo en noviembre de 1961.

La ciudad quedó en tal estado de miseria, que el régimen organizó una ‘Operación Clavel’ para ayudar a los damnificados. No obstante, uno de los aviones que partió de Madrid en la cabalgata, se estrelló justo en la multitud sevillana que esperaba la asistencia, por lo que agravó aún más la tragedia en una ciudad que nuestros abuelos recuerdan a la perfección.

Que sí, que todos estamos ya hartos de agua. Pero que este tiempo no es inédito en esta urbe, al igual que tampoco lo fue la nevada. En 1968 se registran en Sevilla hasta 16 días consecutivos sin parar de llover. Este año parece que de nuevo las gotas de agua han decidido hibernar en nuestra ciudad. Con un poco de suerte pronto llega el Sol, y las espanta.

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