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El Cristo de la Humildad y Paciencia presidió dicho rezo en el interior de la Catedral en una tarde apacible en la que el tiempo acompañó en todo momento.

Sevilla comenzó ayer a escribir una nueva página en el libro de su historia. Esa hoja que se abre cada Miércoles de Ceniza y que no vuelve a escribirse hasta cinco días después, concretamente cuando se realiza el Via-Crucis en la Catedral.

Ayer fue ese día en el que el cofrade se veía reflejado en ese monte de lirios morados que alzaban al Cristo de la Humildad y Paciencia sobre su paso.Corrían algo más de las seis y cuarto de la tarde cuando las andas, comandadas por Juan León, salían bajo el dintel de la Iglesia de los Terceros. Mucho público fue el que asistió a este traslado de la imagen hasta la Catedral, tal es así que se dificultaba el tránsito del cortejo por las calles. 

Uno de los momentos más destacados de este Via-Crucis fue la visita al convento de las Hermanas de la Cruz, recorrido distinto al que realiza el Domingo de Ramos esta corporación. Tras esto, el cortejo siguió su discurrir para llegar a la Catedral a las ocho y media de la tarde y comenzar así el rezo del Via-Crucis presidido por el obispo auxiliar monseñor Santiago Gómez Sierra que suplió al arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo que se encontraba fuera del país.

Una vez rezadas las catorce estaciones, el Cristo de la Humildad y Paciencia volvió a la Iglesia de los Terceros por un recorrido único en el que recorrió las calles del barrio de Santa Cruz y que culminó con la entrada del cortejo por el Compás de los Terceros.

Fue un acto en el que las condiciones climatológicas acompañaron en todo momento y en el que Sevilla pudo descubrir al Cristo que desprende Humildad y Paciencia. 

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Fotografías de Ángel Vílches.