El pasado viernes 7 de noviembre se daba el pistoletazo de salida a la 11ª edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla con el estreno nacional de La ignorancia de la sangre, última cinta del madrileño Manuel Gómez Pereira.

La edición del SEFF´13 abría con una apuesta para muchos arriesgada: la comedia 3 bodas de más de Francisco Ruiz Caldera. Contra los prejuicios que podría haber suscitado la elección como film inaugural de unaobra a caballoentre la comicidad gamberra de los hermanos Farrelly y ciertas marcas de posthumor cinematográfico, la cinta española proporcionó considerables dosis de diversión, a la par que cosechó una notable acogida crítica. Tal no ha sido el caso con la película que inauguraba ayer la 11ª edición del festival sevillano. La ignorancia de la sangre, dirigida por el otrora exitoso Manuel Gómez Pereira y protagonizada, entre otros, por Juan Diego Botto, Paz Vega, Alberto San Juan y Cuca Escribano, supuso un inicio decepcionante para la muestra de cine europeo. Presentada fuera de competición, la elección como film de apertura de esta producción de Tornasol Films y Maestranza Films se antoja difícilmente justificable en el marco de un festival con una clara vocación en pro de planteamientos cinematográficos más abiertos, plurales y rompedores.

La película de Gómez Pereira, adaptada de la novela del mismo título del británico Richard Wilson, naufraga con estrépito en su intento por entrelazar tramas propias de los géneros policíaco y romántico, dando como resultado, más bien, una construcción narrativa dispersa, carente de toda unidad y coherencia dramáticas, y sustentada en unas caracterizaciones en exceso simplistas o difícilmente verosímiles de unos personajes principales interpretados sin fortuna por el elenco protagonista. Estos mismos personajes deambulan por una Sevilla abigarrada, de postal turística, singularizada en algunos de sus hitos urbanos contemporáneos más reconocibles, como ha sido habitual en tantas cintas tanto nacionales como foráneas de las últimas décadas. Por último, cabría reseñar que la realización carece de brío, en especial en esas supuestas escenas de acción o de mayor intensidad emocional, en las que se roza el nivel de lo risible.

Ya en el horario de la tarde, la película Leviatán del ruso Andrey Zvyagintsev abrió las proyecciones a concurso de la Sección Oficial subiendo notablemente el nivel respecto a la cinta española de Gómez Pereira. Premiada en Cannes, Leviatán construye una suerte de alegoría, teñida también de costumbrismo, sobre el ascenso de la nueva Rusia en los tiempos de Putin. La influencia omnipresente del cine de Tarkovski en la obra de Zvyagintsev ha sido ya numerosas veces referida, pero en el film que nos ocupa se conjuga la solemnidad y el simbolismo del maestro ruso con una atención más cercana a las problemáticas del individuo contemporáneo, y al drama de tinte social,  desde una perspectiva y conciencia históricas más acusadas. Notable, asimismo, para la puesta en escena, las convincentes interpretaciones y la inclusión de dos piezas musicales compuestas por Philip Glass en los años 80.

Como parte de la Selección EFA, con los filmes preseleccionados para los premios de la European Film Academy, se estrenó en horario nocturno Bande des filles (traducida al inglés como Girlhood) de Céline Sciamma, la última de una trilogía fílmica que la realizadora francesa ha dedicado a retratar el universo adolescente femenino de los extrarradios de la capital gala. La película fue galardonada recientemente en el Festival de San Sebastián con el premio RTVE-Otra Mirada, que reconoce a aquellas producciones que se aproximan al espacio de la identidad femenina, y es igualmente candidata a los premios LUX concedidos por el Parlamento Europeo.

Tras Lirios de agua (2007) y Tomboy (2011), Sciamma se centra aquí en representar el rito de paso a la madurez de un grupo de jóvenes de ascendencia africana. La película se encuadra en una tendencia presente en el cine europeo actual, registrada en un número significativo de cintas como Rosetta (1999) de los hermanos Dardenne o Fish Tank (2009) de Andrea Arnold, en las que, desde una estética pretendidamente realista, se atiende a los debates de la Europa social del presente partiendo de un punto de vista con fuerte arraigo en la conflictividad adolescente y femenina. Sciamma se acerca así al microcosmos urbano en el que se mueven sus personajes desde una mirada a ratos cuasi-antropológica, combinándola con una fascinación por las actitudes y conductas de la cultura de consumo que emparentaría este filme con otros como el reciente The Bling Ring (2013) de Sofia Coppola.

En contraste con la realizadora norteamericana, Sciamma es capaz de aportar una visión tierna y respetuosa sobre sus personajes, sin condescendencia ni distanciamiento irónico. Sólo en su parte final la película adolece de su excesivo metraje y de algunas redundancias y convencionalismos cuando pretende adentrarse en los aspectos más sórdidos de la peripecia vital de la adolescente protagonista.