moreno rajoy

“Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer”. José Ortega y Gasset (La Rebelión de las Masas, 1930).

Cualquier observador de la realidad política andaluza mínimamente avezado (e independiente de tirios y troyanos) llegará a cuestionarse por qué, a pesar de la profunda crisis que, en todos los órdenes, asola a nuestra tierra, no se perciben atisbos de cambio.

La sociedad andaluza parece dormir el sueño de los justos, anestesiada por la fuerza inexorable de la inercia. Precisamente, ése es el elemento definitorio de las masas según Ortega: “Masa es todo aquel que no se valora a sí mismo — en bien o en mal — por razones especiales, sino que se siente «como todo el mundo» y, sin embargo, no se angustia, se siente a saber al sentirse idéntico a los demás”.

El hombre-masa se limita a ver pasar cada instante delante de sus ojos sin ser verdaderamente dueño de su presente; navega a la deriva por los mares de la indolencia y el fatalismo, incapaz de concebir un futuro distinto; anclado perpetuamente en el desolador panorama que le rodea. Así, se arriesga a que otros le den forma según sus intereses, convirtiéndose en testigo mudo de una realidad que ni puede ni quiere cambiar. Solo sabe quejarse, en una pataleta muda que jamás alcanzará ningún fruto tangible. La falta de ideas, de propuestas de cambio, de materia gris, es una constante en el hombre-masa, para deleite de los detentadores del statu quo, que ven así allanado su camino hacia la perpetuación en la poltrona oficial.

La regeneración política de Andalucía será una vaga ilusión mientras que las minorías creativas renuncien a su vocación de fermento de la masa social; a su elevada responsabilidad en el destino colectivo de nuestra tierra. Ya sé que es más fácil acomodarse a lo establecido y disfrutar de una vida plácida a la sombra del poder, con despacho oficial y chófer 24h. Ya sé que la revolución de las ideas requiere apagar el televisor, desconectar el Guasap y el Feisbu, y entregarse al revolucionario ejercicio de pensar. Y es que resulta más sencillo seguir la corriente que tratar de cambiarla; ser estómago agradecido antes que grano en el culo del poder.

Mientras tanto, los apparatchik de la mediocracia (entiéndase como el gobierno de los mediocres) seguirán tomándonos por imbéciles; difundiendo la versión oficial de lo que acontece a nuestro alrededor, aunque cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia. El último ejemplo de insultante voluntarismo nos lo brinda Juanma Moreno (alias Juanma I), el elegido dedocráticamente como nuevo Presidente del PP-A. El recién estrenado prócer de la (eterna) oposición andaluza parece haber decidido continuar con el sainete chirigotero que dio lugar a su designación, dando la espalda a las exigencias sociales de democracia interna y confirmando una vez más que se debe a quien le eligió. ¿A los ciudadanos? No, al señor Rajoy. Veamos qué perlas dialécticas de acendrada oratoria nos brinda Juanma I.

A lo largo de la entrevista concedida al diario El País, el nuevo ídolo de masas se atreve a afirmar que [en su designación] no hay dedazo, no hay nada planificado. En su alto sentido del protocolo, el líder popular demostró un asombroso dominio de la neolengua orwelliana, transmutando la decisión dedocrática del inquilino monclovita en manifestación indubitable de la voluntad Popular (del líder del PP, que no del pueblo). Con un estreno así no parece que la nueva estrella del universo político andaluz represente cambio alguno para nuestra sufrida tierra.

De hecho, al ser preguntado sobre su condición de hijo político de Arenas, la esperanza blanca del peperismo andaluz contestaba lo siguiente: “Hay muchos temas y estrategias que Arenas ha dibujado y discursos que él ha hecho que son los que son. Yo puedo cambiarle tres o cuatro palabras, pero si tienes que decir que en Andalucía hay paro, solo puedes decir que hay paro”.

En efecto, ha leído bien, querido lector, el cambio que nos propone Juanma I se sustancia en tres o cuatro palabras. Palabras mágicas de algún ritual oculto a los no iniciados, entiendo. Secreta fórmula de alquimia que aspira a obrar el milagro, y tornar la calle San Fernando en Palacio de San Telmo sin aportar ni una sola idea para el futuro de Andalucía.

Seamos serios, Juanma. El PP andaluz –y Andalucía- necesita mucho más que tres o cuatro palabras para revertir la dramática situación en la que nos encontramos. Y ello no se conseguirá con maquillaje arriolístico de saldo. Si llevan tres décadas fracasando no es por el continente, es por el contenido de su mensaje.

Ya sé que Andalucía tiene el dudoso honor de ostentar el récord en desempleo de la OCDE –con el 36,3% de la población activa, EPA 4T 2013-, pero lo que espero de usted no es el diagnóstico, ¡son soluciones! ¿Qué propuestas de cambio tiene Juanma I para Andalucía? Ya conozco los frutos de tres décadas de intervencionismo clientelar, pero ¿qué alternativas me ofrece usted? ¿Acaso es su currículum vitae mejor que el de Susana Díaz? ¿En qué?

Porque, ateniéndonos a los fríos hechos, el único mérito que se les conoce a ambos es haber militado en las juventudes de sus partidos desde la más tierna juventud, aprendiendo a barnizar el trasero de sus superiores jerárquicos para ascender en la bur(r)ocracia interna de NNGG/PP y JJSS/PSOE, hasta que el salvífico dedo de sus particulares mesías les designó como herederos del cortijo prometido.

Con estos mimbres, ¿serán capaces Susana o Juanma; Juanma o Susana (tanto monta, monta tanto) de pilotar el cambio en nuestra tierra; de ser el fermento de la masa que reactive a la aparentemente aletargada sociedad andaluza? Apuesto que no. Ambos han crecido dentro del actual sistema; fueron designados por sus superiores jerárquicos, por lo que se deben a ellos y no a la sociedad andaluza; no se les conoce profesión más allá del organigrama de sus respectivos partidos y, lo más importante, no tienen incentivos para mover un solo dedo.

Una reforma profunda del sistema supondría acabar con el statu quo del que han venido disfrutando durante toda su vida política, ¿para qué van a abrir sus partidos a los ciudadanos si ello implica renunciar a buena parte de su poder? ¿Por qué deberían modificar un sistema electoral del que son los principales beneficiarios? ¿Qué ganancia les reportaría estrechar el cerco de los controles administrativos sobre decisiones discrecionales que toman ellos mismos?

Andalucía no se merece estos dirigentes… ¿O quizás sí? Al fin y al cabo, las minorías creativas parecen estar cómodas en su torre de marfil, renunciando a cualquier responsabilidad que conlleve asumir un compromiso social activo; mientras que las masas manifiestan su incapacidad –intrínseca o voluntaria- para tomar las riendas de su destino. Aun así, nunca pierdas la esperanza, querido lector.

En tus manos está ser fermento de la masa; agente de cambio de una sociedad –la andaluza- petrificada por la inercia de treinta años de letargo y el indolente conformismo de la eterna oposición, ayuna de alternativas reales que pongan en marcha la (muy necesaria) regeneración de nuestra tierra.

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