Esperanza de Triana - pilar delgado

La nostalgia inunda casas a miles de kilómetros de Sevilla. Un músico que no toca, una túnica que no se mancha de cera, las torrijas hechas en Lyon no saben igual y las melodías de corneta por whatsapp suenan a amargura en Frankfurt.

Historias de sevillanos que los derroteros de la vida han alejado estos días de una fecha marcada con cera en el calendario. La Semana Santa para muchos emigrados son los días más difíciles que pasan desde que comenzaron sus andanzas en el extranjero. La crisis y la búsqueda de oportunidades tienen rostros emocionados lejos de Sevilla, que más allá del fervor religioso, añoran la eclosión de estímulos sensoriales a la que siempre se han expuesto en Semana Santa.

Es el caso de Andrés Tolón, un joven sevillano hermano de la Cena y del Gran Poder, que ha hecho de Frankfurt, junto a su pareja Violeta Rodríguez, su residencia habitual por motivos laborales. La capital económica del viejo continente le ofreció lo que Sevilla no pudo darle, trabajo, pero le arrancó los siete días más bellos de la capital hispalense. “Es una de las semanas más difíciles cuando se vive tan lejos”, lamenta Tolón que por suerte tiene “a su familia y a Whatsapp. A su tío Enrique y su padre”, que son los encargados de que no se pierda ni un paso a 2.224 kilómetros de casa.

Andrés es la segunda Semana Santa consecutiva que no disfruta en Sevilla. En cambio para José Carlos García “es la primera y la última”, asegura con resignación este saxofonista de Albaida del Aljarafe, que tras 14 años tocando con la Banda de El Carmen de Salteras para Hermandades como el Baratillo, Santa Genoveva y La Macarena hace un paréntesis para perfeccionar su técnica en un Conservatorio de Lyon.

Banda de el carmen -CR

“Aquí no hay Semana Santa, ya que la religión no es algo ligado directamente al Estado. Los cristianos celebran la Pascua a su manera pero no con manifestaciones públicas de las que creyentes y no creyentes puedan ser partícipes”, afirma el músico sevillano a la vez que muestra la pesadumbre con la que vive estas fechas tan lejos. “A mi mente vienen recuerdos y muchas experiencias vividas. El olor a azahar, la música, el ambiente. En Semana Santa agudizamos nuestros cinco sentidos, todo eso se echa de menos”.

En Semana Santa se podría adaptar un refrán popular para decir que ‘las penas con torrijas son menos penas’ y es que José Carlos mitiga la melancolía haciendo estos dulces un Jueves Santos con su novia, Irene Fernández, también sevillana, que viajó a Lyon por amor anteponiéndolo a lo que iba a ser su estreno como penitente con el Baratillo el Miércoles Santo. 

Irene Fernández, que aprovecha para perfeccionar el idioma y realizar prácticas como publicista, cuenta que “ha sido el peor día desde que estoy con él en Lyon. Cada Miércoles Santos desde hace veinticuatro años hemos estado coincidiendo en el Baratillo sin conocernos, hasta el año pasado”. “Nos ha unido la Semana Santa”, matiza emocionada.

Para Irene, a 1.620 kilómetros de su casa, el ritmo de vida continúa sin alterarse. “Echo de menos el bullicio de las calles, la bandas de música, el tintineo de los palios, escuchar entre el algarabío un ‘ahí viene, ya se ve’ y el incienso. Pero sobre todo a mi familia y mis costumbres. Es imposible no acordarme”, explica la sevillana, que desde el Domingo de Ramos, junto a José Carlos, cada segundo libre lo dedica a ver las retransmisiones por internet.

La Semana Santa en el exilio es un calvario para los que sienten esta fiesta como parte indisoluble de sus vidas. Andrés, Violeta, Irene y José Carlos, son sólo cuatro rostros de una experiencia amarga para muchos sevillanos cofrades. Algunos podrán resarcirse de este trago con la Feria de Abril en mayo. Otros en cambio, tendrán que esperar un año con la esperanza puesta en el destino.

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Licenciado en Periodismo. Actualmente en Sevilla Actualidad y La Voz de Alcalá. Antes en Localia TV y El Correo de Andalucía.