Alfonso X el Sabio, Rey de Castilla, León y Sevilla, el último nombre del listado que la semana pasada le ofrecía para esta singladura, ‘De Ciencias por Sevilla’, en la que nos hemos embarcado con el arranque de año, y que obvios motivos de oportunismo temporal le hacen ser un magnífico candidato para el primer puerto divulgativo en el que atracar. Alfonso, un rey al que en vulgo decir terenciano nada de lo humano le era ajeno, gozando de una deslumbradora e impresionante curiosidad por todo o casi todo. Y creo no exagerar lo más mínimo, pues estamos ante uno de los monarcas más complejos y con mayor ambición política y cultural de toda la Edad Media.

Un hombre incansable en su quehacer que unificó jurídicamente las leyes en los distintos reinos, impulsó la Mesta, creó un sistema de aduanas, fortaleció la escuela de traductores de Toledo, potenció el uso del romance sobre el latín, etcétera. En definitiva, se centró en muchos de aquellos campos de conocimientos que tienen que ver con el ser humano. Un rey que si se piensa bien, inició el astronómico giro copernicano y tiene rotulada una céntrica calle en Sevilla que no es fácil de encontrarla en el callejero.

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Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)