La asociación Erebuni denuncia las continuas agresiones de Azerbaiyán hacia la población armenia de Artsaj y pide a España que deje sus intereses comerciales con Turquía a un lado y medie por el fin definitivo del conflicto armado y territorial con Azerbaiyán.

El pasado 10 de noviembre se declaró el alto al fuego en la desequilibrada guerra de más de dos meses entre Azerbaiyán y Artsaj, pero el coste, para los armenios, es demasiado. Anush Aghajanyan, miembro de la asociación de armenios de Sevilla Erebuni, recalca que la tregua implica unas concesiones muy altas de territorios como Agdam, Lachin o Kelbajar, así como otras zonas que estaban bajo el control de Armenia en Gazakh.

“Aliyev, el presidente de Azerbaiyán, tenía estas exigencias desde el principio: no iba a parar de agredir a Artsaj (también conocido como Nagorno Karabaj) hasta que no le dieran ciertos territorios”, sostiene Anush, a lo que añade que, “con estas concesiones territoriales, Armenia ya no tendría fronteras comunes con Artsaj, lo único que las uniría sería un corredor que iría de Stepanakert (capital de Artsaj) hasta Armenia”.

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Erebuni se ha manifestado en varias ocasiones para exigir a España y a la Unión Europea un reconocimiento del Estado de Artsaj y su derecho a la autodeterminación, pero en esta ocasión, más allá de las delimitaciones geográficas, esta asociación pone de manifiesto el claro juego geopolítico entre Rusia y Turquía por el que Artsaj ha perdido ya muchas vidas “por el afán expansionista de ambos polos con raíces históricas tensionadas, así como el desastre humanitario como consecuencia del intento de limpieza étnica”.

“Armenia quiere paz, Turquía quiere guerra”

Ese ha sido el gran lema de los decenas de manifestaciones que se han sucedido desde el pasado mes de septiembre en muchas ciudades españolas por parte de los 12.000 armenios residentes en España.

En Sevilla, frente al consulado honorario de Turquía, sito en la Avenida de la Constitución, el pasado 7 de noviembre más de medio centenar de armenios reivindicaban no solo el alto al fuego y el reconocimiento de una alerta de emergencia de genocidio en Artsaj, sino que España dejara de vender armas a Turquía, uno de sus principales clientes en la industria armamentística.

Njdeh Harotonian, representante de Erebuni, subraya que España debe condenar las acciones de Azerbaiyán y de Turquía y sancionar a estos Estados, instando a las partes a volver a las negociaciones de paz en el seno del Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE).

Desde el Ministerio de Exteriores de España se ha insistido en que se trata de contratos anteriores al mandato actual de Pedro Sánchez, por lo que solo pueden ejecutar sus compromisos. Pero los números hablan por sí mismos, la población turca y azerbaiyana suma 90 millones de personas, mientras que en Armenia apenas rozan los 3 millones.

Anush cree que Europa podría hacer mucho más de lo que ha realizado hasta el momento, por ejemplo, posicionándose al señalar al agresor, lo cual habría ejercido cierto tipo de presión internacional, «naming and shaming, aunque es cierto que, en materia de Política Exterior, para actuar conjuntamente es necesaria la unanimidad del Consejo Europeo. De momento, declaraciones y ayuda humanitaria, pero es insuficiente”.

Josep Borrell, Alto Representante para la Política Exterior de la UE, afirmaba a principios de octubre que la Unión instaba a las partes a que cumplieran estrictamente con el acuerdo y se abstuviesen de realizar cualquier acción que pudiera provocar más víctimas. Eso, ha sucedido, pero la gran pregunta es hasta cuándo y a qué precio territorial.

Europa busca independizarse energéticamente del gas procedente de Rusia y vira hacia Turquía y Azerbaiyán, a la vez que libra una guerra terrorista dentro de sus propias fronteras. De nuevo, conflicto de intereses y dilema entre economía y protección de derechos fundamentales. Continuará…

Plumilla por vocación, he trabajado en radio, televisión y prensa on line. Profundamente europeísta y convencida de que el Periodismo es el motor de cambio de la sociedad y hay que salvaguardarlo. Para...