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La programación en televisión se adapta al juicio del Caso Marta del Castillo para ofrecerlo en directo o indagar paralelamente por los escenarios de la investigación judicial siguiendo un camino ya transitado.

 

 

El juicio por la desaparición de Marta del Castillo en Sevilla ha sido trasladado con éxito e impunidad a los platós de las cadenas de televisión. Antes del Caso Marta, las desapariciones con finales trágicos habían llevado a la audiencia a los escenarios del dolor, recorriendo en cada fase los detalles que configuran el discurso de lo escabroso.  

Ahora avanzan por una senda donde toma importancia, junto a las cámaras, los micrófonos y el maquillaje, la intervención en los programas de personas implicadas en los casos mientras se instruyen o tienen lugar las sesiones judiciales.  Así, fue Ana Rosa Quintana en exclusiva para su magacine matinal quien logró resolver el caso de la niña Mari Luz Cortés cuando obtuvo la confesión entre llantos de la esposa del acusado de cometer el delito.

Movidos por los sentimientos de empatía hacia las víctimas y los damnificados por una pérdida, aparecen especialistas en diversos menesteres y periodistas especializados en estos ámbitos para ofrecer con su exposición y análisis los detalles del caso. La digestión no está exenta de carga valorativa explícita o implícitamente.

Sin obviar el rechazo que un sospechoso esposado provoca al conjunto de la sociedad, los contertulios dicen lo que la opinión pública desea escuchar. Aunque para ello haya que dictar sentencia antes de probar las hipótesis. Por este procedimiento, Dolores Vázquez fue culpable de la desaparición y muerte de la joven Rocío Wanninkhof en Málaga. Y años más tarde, inocente.

También las cadenas públicas sentaron las bases de cómo presentar hechos noticiables para trasladar los focos de un programa de tipo informativo a otro de entretenimiento. ‘Quién Sabe Dónde’, con Paco Lobatón en TVE, o el programa de Juan Y Medio en Canal Sur son ejemplos en este sentido. El último fue el primero en localizar y poner ante una cámara y entrevistar a una menor de la localidad sevillana de Camas, novia del principal encausado por la desaparición de Marta del Castillo.

La dinámica se repite cíclicamente. Mientras la Justicia traza una reconstrucción de los hechos en base a pruebas y declaraciones de quienes han participado del caso, algunos programas se adaptan para ofrecerlo en directo o llevar a cabo con auxilio de otros actores una recreación del mismo. Las caras de los supuestos asesinos o de sus cómplices, sus llegadas y salidas a los juzgados, los abucheos que reciben de una masa social conmocionada por el suceso, las críticas a la Justicia o a las autoridades por la investigación, el testimonio de familiares y amigos, y la locución dramatizada para generar  un producto capaz de centrar la atención del televidente salen más económicos que la producción de contenidos e investigaciones periodísticas de calado. 

En ocasiones estas historias son adaptadas para garantizar un repunte de audiencias a partir de la atribución que el consumidor educado a este tipo de producto televisivo hace de la ficción que reciben con la realidad del suceso. La desaparición y muerte del alcalde de Faro o el caso Wanninkhof tuvieron libreto, guión y elenco de actores, saltaron a las pantallas en forma de mini-serie.

Durante el juicio del caso Marta ha sido la madre del menor implicado la invitada a subirse a ‘La Noria’ para ser entrevistada por su presentador,  Jordi  González. La reacción en una sociedad hiperconectada como la actual no se hizo esperar. La presión a través de las redes sociales hacia las marcas que se publicitaron en el espacio censuró la acción del programa y forzó la retirada de la publicidad del show de variedades motivando unas disculpas de Paolo Vasile, máximo responsable de Mediaset España, a los anunciantes por lo que calificó como un ‘error’.  Cuando la autorregulación en los medios es puesta en duda, emerge la figura de un receptor consecuente como factor a tomar en cuenta en la regulación de los contenidos en televisión.

A diferencia de los guiones de un programa de televisión, de un documental, serie o película, sobre la línea de tiempo de un programa de edición digital, y previo a una emisión, en la vida no es posible editar la realidad o corregir con facilidad los sucesos del pasado, por ello los tratamientos deben ser preventivos para  no errar o inducir al error a la opinión pública.

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