Un Sevilla guiado por Negredo y Romaric logra dejar la eliminatoria abierta para la vuelta, para la que se prevé partido de grada e igualdad sobre el césped.

Sara Domínguez. Del Villarreal, último rival directo sevillista (o eso se esperaba) no se puede esperar más que partidazo, y, si el Sevilla muestra su cara A, igualdad. En líneas generales la hubo, aunque hayan sido momentos puntuales los que han decidido el partido.

Igualado empezaba, sí. Cualquiera de los dos podía marcar y lo hizo, para desgracia sevillista, el Villarreal. Dos veces, en escasos minutos. Cani adelantaba a los amarillos tras varios tiros insistentes del Villarreal, despejados por Varas o la defensa blanquirroja. Después, Rossi recogía un balón en segunda línea desde la frontal tras un saque de esquina, y, desmarcado como estaba, disparó a las mallas.

Algunas imprecisiones sevillistas hacían pensar que el equipo estaba ya tocado, pero el plantel está demostrando que se ha convertido en un experto en resarcirse. Fue esta vez Negredo el ángel, que la controla, se la pone, dispara y gol. Grandes cosas las que puede hacer el vallecano.

Así se iba el partido al descanso, vivo, abierto… hasta que, en la reanudación, Marco Rubén volvió a adelantar a los suyos. Fue tras un muy buen centro de Capdevila, que consiguió volver loco a Dabo por su banda.

Un 3 a 1 lo cambiaba todo, pero el que apareció esta vez no fue Kanouté, sino un jugador que ahora también se reivindica a domicilio: Romaric. Ya participó en el primer tanto, dio el pase a Negredo en el segundo gol, y a Alexis en el tercero, ya pegadito a la cal, in extremis, muy a lo Navas (que tampoco tuvo hoy su partido), aunque por la banda izquierda. Se corona de nuevo el costamarfileño y, sea o no regular, al César lo que es del César.

Todo hay que decirlo, el gol de Alexis vino después de un gol anulado a Marco Rubén, que, si era fuera de juego, era bastante justo.

Árbitros aparte, el resultado refleja bien la igualdad sobre el campo. Imposible intuir que deparará este caprichoso deporte a la vuelta aunque, eso sí, el Sevilla-Villarreal se prevé de esos en los que el espíritu de Nervión aprieta desde la grada.

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