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Una buena primera parte, con gol de Iborra, puso el partido en suerte, pero en la reanudación bajó la intensidad y el Deportivo acabó aprovechándose de ello.

El Sevilla FC se quedó con un solo punto en un partido del que, por cómo empezó, se esperaban tres. El equipo de Emery no pudo romper la sequía de victorias, que se prolonga ya cuatro jornadas, y eso que tuvo el triunfo en su mano, adelantándose pronto y jugando una primera parte intensa en la que apenas encontró resistencia. Pero en la reanudación apareció la fatiga, los cambios no aportaron lo que debían y el Deportivo, viendo como los de Unai bajaban la guardia, apretó y logró el empate, sin tener siquiera que morder demasiado. Al final aparecieron las prisas y el Sevilla cargó con todo hacia la portería de Manu Fernández, pero lo hizo de forma atolondrada, abusando del juego directo y sin la suficiente certidumbre para llevarse un triunfo que en la primera mitad parecía indiscutible.

Se veía venir. Esa sensación estaba en las gradas del Sánchez-Pizjuán, que vivían con incertidumbre el avanzar de una segunda parte en la que el Sevilla experimentó un bajón que acabó pasando factura. En el intermedio, el equipo aparentemente tenía controlado el choque. En el minuto 20 Iborra había puesto tierra de por medio, finalizando de cabeza una buena dejada de Llorente a centro de José Antonio Reyes. Sin excesos, pero con lo suficiente para dominar con claridad, el Sevilla se imponía con suficiencia en una plácida primera parte, aunque le faltaban ocasiones para apuntillar.

El partido estaba, no obstante, donde tenía que estar al descanso. En la segunda mitad tocaba finalizar el trabajo, pero el Sevilla perdió gas y el Deportivo, casi por inercia, se metió en un partido en el que hasta ese momento había hecho más bien poco. Emery buscó refrescar al equipo con cambios. Curro Sánchez, Juan Muñoz y Nzonzi salieron desde el banquillo para dar frescura, pero la soltura no aparecía y el choque entraba en su recta final con demasiadas dudas.

Lo que se intuía acabó llegando a nueve del final, después de que Oriol Riera transformara en gol una contra fatal, que vino por una mala gestión del balón de los nervionenses. El tanto gallego espoleó el amor propio de un Sevilla que hasta entonces se había preocupado más por conservar la renta que por agrandarla. Pero el equipo, aunque le puso corazón, ya no estaba en sus cabales y no encontraba la precisión necesaria para desarbolar a un rival que desde su tanto defendió el punto con uñas y dientes. No fue por ganas, porque ganas hubo, simplemente el partido resultó demasiado largo para un Sevilla que fue de más a menos y que acabó consumido por la frustración de sentir como volaban dos puntos que en el primer tiempo parecían seguros.

Crónica facilitada por el Sevilla FC.