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El Sevilla FC sacó un punto de oro en el Vicente Calderón, en un partido que estuvo muy condicionado en su última media hora debido a una más que rigurosa expulsión de Vitolo por doble amarilla.

Pero incluso con diez, incluso minado de amarillas, el equipo de Emery, que también fue expulsado, resistió con entereza, muy compacto, defendiendo con corazón y orden y amarrando una igualada de la que los nervionenses, por la solidez con la que se logró, salen muy reforzados.

Esta vez no hubo desconexión en la primera mitad como ha ocurrido en la mayoría de los partidos a domicilio de esta campaña. El Sevilla jugó el partido que hay que jugar para mirar de frente al Atlético de Madrid en su campo. Estuvo enchufado de principio a fin, muy metido, solidario en todas las facetas. El trabajo defensivo fue brutal.

Emery, además de poner Llorente en punta, sorprendió desde el arranque, ubicando a Escudero en el interior izquierdo, con el fin de ponerle a Juanfrán, un lateral con mucha profundidad, dos laterales en frente. Esa decisión condicionó gran parte del primer acto, porque el Atlético quedó muy partido entre sus delanteros y centrocampistas y también porque el Sevilla arañaba en cada lance, entrando al cuerpo a cuerpo no sólo con ganas sino también con inteligencia, que es todavía más importante.

El partido en el primer tiempo fue farragoso, muy trabado, con pocos espacios. Era una lucha de poder a poder, repleta de contacto físico, un terreno en el que el Atlético es posiblemente el mejor equipo de España, pero en el que el Sevilla se desempeñó con sobresaliente rendimiento. La instensidad, sin embargo, era medida de distinta forma en lo que a tarjetas respecta.

Pero ni con amarillas absurdas, como la primera de Llorente, agachaban la cabeza los nervionenses, que incluso con la media hora de juego cumplida tuvieron la ocasión más clara de la primera mitad. Escudero aprovechó un resbalón de Gabi, se metió en el área, dio un pase atrás a Banega y el argentino remató al larguero, después de que Saúl tocara ligeramente.

Al descanso la sensación era que el Sevilla estaba muy metido, que sabía lo que se hacía, firme, con mucho carácter. Defendía bien, pero en ataque también se mostraba. En la reanudación el Atlético buscó dar una vuelta a un choque en el que estaba estancado. Salió Carrasco por Augusto Fernández, con el fin de ganar chispa en ataque. Y la ganó, porque el belga por la izquierda comenzó a generar peligro.

Sin embargo, la defensa estaba muy fuerte. Carriço y Rami, excepcionales, mandaban con autoridad y cuando las cosas se ponían feas aparecía el mejor Sergio Rico. El choque estaba en un pañuelo cuando llegó la jugada fatídica. Vietto, escorado en la izquierda, sorteo a Coke, enfiló al área por la línea de fondo, pero se encontró con Vitolo, que tenía amarilla. En la jugada difícilmente se aprecia falta, más bien teatro del atacante. Pero Igesias Villanueva pita y echa a Vitolo, provocando un monumental enfado de Unai Emery, que también se va a la calle.

Con uno menos el partido cambia abruptamente, porque el Sevilla no tiene otra que replegarse y casi renunciar al ataque. Gameiro salió por Llorente para buscar con velocidad alguna contra que pudiera darse. Pero el partido era para sufrir más que lo contrario. Simeone sacó a Jackson y a Correa. Krychowiak, otro que jugó un partidazo, no hacía más que ganar balones dividos. El partido estaba emocionante y a quince del final una genialidad de Banega puso al francés de gol, que a punto estuvo de hacer la machada.

Cristóforo por el argentino fue el último cambio, con el fin de tapar mejor la derecha, desguarnecida tras la expulsión de Vitolo. Los diez minutos finales fueron sufridos, pero el Sevilla lució sólido y tiró de jerarquía de grande para resistir las embestidas, sobre todo por arriba, donde la batalla fue colosal. Sergio Rico, que no tardó en ver tarjeta, resolvió bien y se creció ante el ambiente adverso.  Y así, sufriendo con carácter, posiblemente el Sevilla más aguerrido de la temporada terminó de amarrar un punto que si en la previa podría ser valioso, tal y como se dio el encuentro, jugando media hora con uno menos ante el equipo más físico de la Liga, no cabe otra que calificarlo de valiosísimo. Todo ello, con la duda de qué hubiera pasado si Vitolo hubiera podido jugar esa media horita que le quitaron.