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El Sevilla, nublado y poco consistente durante gran parte del juego, despertó a un cuarto de hora del final, cuando perdía 2-0 y jugaba con uno menos. Konoplyanka puso en jaque la cómoda ventaja local, Llorente acortó distancias y se rozó el empate en varias oportunidades claras.

Este partido se perfilaba en el calendario para el Sevilla como una gran oportunidad para reafirmar las buenas sensaciones de los últimos choques, logrando un triunfo en un campo difícil y ante un rival directo. Nada más lejos de la realidad, porque el equipo de Unai Emery fue incapaz de aprovechar una ocasión formidable para engancharse arriba, en parte porque fue inferior a un Villarreal más ambicioso y sólido, en parte porque cuando despertó y quiso hacer daño fue demasiado tarde y se encontró con un sensacional Aréola, todo ello aliñado con la actuación arbitral de un colegiado que no señaló varios penaltis claros sobre jugadores nervionenses.

El inicio del partido marcó lo que acabaría siendo el choque en su conjunto. El Villarreal salió enchufadísimo y al Sevilla le costaba salir de su campo. Muy pronto Sergio Rico salva ante Trigueros la primera de las muchas ocasiones amarillas. El Sevilla, tras cinco minutos de asedio local, tomó aire por fin, buscando siempre el costado derecho. Por momentos el equipo pareció imponerse en el terreno de juego y con los desmarques de Gameiro causaba mucho peligro. Una vez más el hombre de negro no benefició a domicilio a los hispalenses, porque el punta francés, con empate a cero, fue derribado claramente dentro del área por un codazo de Víctor Ruiz que quedó sin sanción por parte de Campos Salinas y su linier. En ese contexto de choque aparentemente igualado, ya con las fuerzas equilibradas, el Villarreal se encontró con el primer gol, después de que Mario Gaspar aprovechara dentro del área un regalo de los nervionenses después del bote de un saque de esquina. 

Con la ventaja en el marcador el Villarreal dio un pasito adelante y el partido se perdió en faltas propias y extrañas de ahí al descanso. En la reanudación el choque discurrió por la misma senda, también en lo que a los penaltis no señalados respecta, porque de nuevo se le perdonaba a los amarillos, esta vez a Costa por un empujón a Vitolo. En el Sevilla, más allá de llegadas aisladas, no había claridad en sus posesiones y eran los amarillos los que más cerca tenían el gol, entrando con mucha facilidad por la derecha. Unai ordenó el ingreso de Mariano y N’Zonzi con tal de cambiarle el aire a los suyos, pero justo antes del ingreso de ambos el Villarreal, con una salida fulgurante en cuatro pases hacía el segundo, después de que Denis Suárezasistiera a placer a Bakambu. 

Los últimos quince minutos de Konoplyanka

El partido se ponía casi imposible. Emery daba entrada a Llorente por Iborra y el Sevilla se lo jugaba ya todo a una carta. El equipo no estaba bien, pero el aire tampoco soplaba a favor, porque Kevin Gameiro se retiraba tocado y dejaba al equipo con uno menos. Con todo ya perdido, a quince del final Konoplyanka dijo aquí estoy yo y el partido fue otro. Con una maravillosa acción personal, el ucraniano le regaló un tanto a Llorente, en lo que fue el primer disparo a puerta de los visitantes, y casi sin esperarlo el Sevilla se metía en el partido y buscaba la heroica, siempre con Konoplyanka de por medio.

En realidad, el Sevilla no despertó hasta que no lo hizo el internacional ucranio, que acabó el choque enchufado y que incluso estuvo a punto de lograr el empate, pero Aréola salvó una nueva embestida suya sensacional desde la izquierda. Con el Sevilla visiblemente fundido se llegó al descuento, disponiendo los hispalenses de una última bala, con un córner en el minuto 93 que Konoplyanka puso en la cabeza deLlorente y que Aréola despejó una vez más, todo ello acompañado de múltiples forcejeos dentro del área con pinta de penalti. Pero Campos Salinas, que no lo había hecho antes, no estaba dispuesto a conceder una pena maxima. El Sevilla acababa el choque derrotado, pero además dolido, con la sensación de que cuando quiso, incluso con uno menos, pudo. Pero todo ocurrió demasiado tarde, muy tarde.