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Liderado por un primoroso Banega, el Sevilla aniquiló al Athletic en tan sólo 20 minutos, con un fútbol vibrante e inapelable. Con el martillo, pero también con el cincel, el Sevilla hizo fácil un partido de enorme dificultad. Vidal y Bacca, goleadores.

El Sevilla ejecutó uno de los llamados partidos perfectos, con una primera parte primorosa en la que exhibió todas las facetas que hacen a un equipo grande en todos los sentidos, tanto en ataque como en defensa. Fue una tarde redonda de fútbol, con explosividad, belleza y gloria, mucha. Explosividad, la que exhibió el equipo en los dos goles, con la anticipación de Aleix Vidal en el primero para aprovechar con astucia la torrija inicial de la defensa del Athletic. O la que mostró Carlos Bacca, en el segundo, con una arrancada demoledora, de cero a cien, para matar un balón al que sólo creyó llegar el colombiano. Belleza, la que imprimió en todo momento al juego Ever Banega, una vez más el dueño del partido, con un fútbol rotundo y hermoso que levantó a un Sánchez Pizjuán entregado a su genio. Y gloria, justo en este Sábado Santo, para un equipo que con partidos como éste alimenta la fe y la esperanza en sus parroquianos de cara a un final de temporada en el que la ilusión está más que justificada.

Al Sevilla le sobró con 45 minutos. Ése es el gran mérito del equipo de Unai, que necesitó sólo la primera parte para aplanar a un amenazante Athletic que llegaba lanzado, con cinco victorias consecutivas. Los vascos sólo asustaron con eso, porque una vez más los nervionenses se mostraron infalibles en casa. Una vez más la buena imagen del Sevilla vino de la mano de Éver Banega, que sólo necesitó un minuto para sacar las vergüenzas del Athletic y dejar solo a Iborra, que no supo definir. A la segunda no habría perdón. En esta ocasión, eln premio fue para la sagacidad de Aleix Vidal, que se aprovechó de la empanada de los defensas vascos a la hora de despejar un balón. El catalán se anticipó a todos con picardía, superó hábilmente la salida de Iraizoz y puso el partido en franquía con sólo tres minutos transcurridos.

 
Más que por el tempranero gol, el Athletic quedó abrumado por el recital que ofreció el Sevilla en los primeros quince minutos, un auténtico repaso de juego inteligente y bien trazado, otro más de los muchos que viene ofreciendo en casa en lo que va temporada el equipo de Emery. El Athletic, contrariado, intentaba sacudirse el dominio adelantando la presión, pero el Sevilla exhibía recursos por igual tanto en corto como en largo, luciendo un efectivo juego directo que destrozaba la retaguardia visitante. El partido era un gustazo, que tomaba más emoción si el balón pasaba por Banega.El argentino ve el fútbol varios segundos antes que el resto y si está enchufado, como lo está, marca la diferencia. Entre la pelea de Vidal y la calidad del mediocentro se cocinó el segundo tanto, que selló Carlos Bacca, cazando un cuero que parecía de los vascos, con una tremenda aceleración y un virulento remate que desconcertó a Gorka.      
 
Con el 2-0 en contra el Athletic se fue arriba, más para evitar males mayores que para lograr un empate que parecía improbable. Los de Valverde tuvieron unos minutos intensos, incluso encimaron las inmediaciones de Sergio Rico. Pero una vez más el Sevilla demostró que lo mismo sabe cautivar con un fútbol trepidante que sufrir y aguantar el chaparrón cuando pintan bastos. Y lo hizo, sobre todo Nico Pareja, que se jugó el tipo sacando un remate en boca de gol de Aduritz que podría haber metido a los vizcaínos en el choque. En cualquier caso, la ofensiva del Athletic fue más espejismo que ealidad y de hecho Bacca tuvo el tercero con una nueva jugada sensacional de equipo poco antes del descanso.
 
La segunda parte sólo tuvo sentido por ver a Ever Banega adornándose. El Sevilla dio continuidad durante un cuarto de hora a la alegría de su fútbol, e incluso pudo haber hecho el tercero si Álvarez Izquierdo hubiera señalado un clamoroso penalti de Laporte sobre Vitolo, que además hubiera supuesto la expulsión del francés. El Athletic acabó haciéndose con la pelota, pero sin la menor intención, siendo el Sevilla a la contra quien de verdad ponía picante a una contienda que en realidad había quedado vista para sentencia con aquella primera arrancada de Vidal, allá por el minuto tres. De simple que fue el triunfo, pareció fácil, nada más lejos de la realidad en un partido en el que el Sevilla fue martillo, pero también cincel, porque a su habitual contundencia añadió estilo y buen gusto. Sábado de Gloria, de esplendor, de esperanza, de victoria pletórica ante un Athletic empequeñecido por un Sevilla monumental.