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En un sincero abrazo pueden fundirse multitud de sentimientos y emociones difíciles de expresar de alguna otra manera. El abrazo de Iván Rakitic con Unai Emery, del capitán con el míster, refleja a la perfección el sufrimiento y la alegría desbordada que ocasiona una final ganada en la tanda de penaltis. La sonrisa cómplice entre ambos delata la mayor virtud que tiene este Sevilla: la unión.

El 14 de mayo de 2014 se une a la lista de fechas grabadas con letras de oro en los anales de la historia del club. La ciudad de Turín fue testigo de cómo el equipo de Nervión conquistó su título más sufrido. Y es que no fue la primera vez que los de Emery acudían a la tanda de penaltis en esta edición de la Uefa Europa League. Tras el delirio del ‘euroderbi’, una complicada remontada ante el Oporto y un final de infarto en Valencia les permitieron llegar hasta la gran final.

A la épica es fácil de apelar, no hay más requisito que encontrarse en una situación adversa o de alta tensión. Lo que es más complicado de lograr es salir victorioso en la totalidad de esas situaciones. Es lo que ha conseguido este Sevilla a través de la fortaleza mental que Unai Emery ha imprimido a sus pupilos y al espíritu y la casta implícitos en los valores de la entidad de Nervión. Unos valores que comparten equipo y afición, y que unidos han hecho posible que la  su copa esté de nuevo en Sevilla.

Injusto sería pasar por alto la labor que ha realizado el técnico vasco, quien tuvo que hacer encajar muchas piezas nuevas, demasiadas, en muy poco tiempo. Le dio el timón a Rakitic, volvió a convencer a Reyes de que su calidad puede hacerle un hombre de peso en el once; le llevó su tiempo, pero asentó la necesaria solidez defensiva, así como diseñó al mejor equipo de España en jugadas a balón parado y engrasó una maquina que ha batido récords. Pero quizá, el mérito más importante del entrenador sevillista sea el de haber devuelto la ilusión a la parroquia nervionense.

El llanto de Beto, el puño en alto de Gameiro, el momento de soledad  de Rakitic, los saltos de de Cristóforo –pese a tener rotos los ligamentos-, la explosión de júbilo en la grada -y en Sevilla-. Instantes que marcan la vida, momentos para recordar. El equipo de Nervión es de nuevo campeón.

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