francis-segura-7-10-16

Después de tres meses, la suma de las palabras parece tener una fórmula misteriosa, que he olvidado por lo prosaico del trabajo y la rutina. Como el viejo lector con monóculo, miro y remiro para encontrar el secreto que haga que fluyan las ideas y esta Rueda vuelva a su cíclico transcurrir.

Miro a Sevilla y la veo sumida, como siempre, en ese caos desordenado que la hace diferente, única para quienes la miran y se introducen, por las rendijas que se encuentran en zaguanes y trastiendas, en lo más auténtico de su ser. Desgraciadamente, a no ser que encuentren un corazón sensible y justo con los hijos de esta tierra, no sabrán caminar al corazón abierto que hoy nos ofrece Luis Gordillo en forma de ‘Retrospectiva’ exposición en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de la Cartuja.

Esto es un tema sevillano, esto es rabiosa actualidad. Hoy mismo, Gordillo deja huérfanos de sus obras a los mejores museos del mundo, y doscientas de sus creaciones comienzan un recorrido por toda la Península. El arte sevillano reconocido en todo el mundo sale a que el mundo lo vea. Es como un Martínez Montañés, pero en pop e informalismo abstracto. Lo que pasa que, por eso mismo, costará mucho que los cuadernos didácticos de los coles le hagan un hueco a su destacada trayectoria.

No obstante, maestro Gordillo, como Cristo a Santo Tomás le digo «mete tu dedo, aquí tienes mis llagas y mi costado». Que no le pueda la incredulidad, porque somos muchos, en lo callado de la heterodoxia, los que valoramos esa otra forma de hacer Sevilla ochenta y dos años después. De las vanguardias a la más rabiosa contemporaneidad, Gordillo traza una línea colorida y destellante, un horizonte plácido para los que no sabemos conformarnos con cualquier cosa.

Sevilla ha ido siempre un paso por detrás de lo que el tiempo le exigía. En el siglo XVIII, lo suyo era el barroco total, cuando las ideas neoclásicas imperaban en otros lugares. Un siglo más tarde, la Sevilla romántica se negaba a dar paso a los primeros atisbos de contemporaneidad. El Regionalismo, maravilloso, deleitante, arrebataba al hormigón de otros lugares la dominación arquitectónica. Y siempre así. Todo un triunfo que hayamos sido capaces de ofrecer esta retrospectiva de Gordillo a tiempo, no post-mortem ni como arqueología de una mirada o de un espíritu de artista.

Hoy Sevilla, maestro Gordillo, le ofrece un lugar privilegiado para que los visitantes contemplen su obra. Pero no deja de tener cierto simbolismo que el único espacio verdaderamente dotado para el arte contemporáneo sea un antiguo monasterio donde se vivía el retiro, el aislamiento y el silencio. Las galerías siguen siendo reductos alejados del gran público. Las pequeñas exposiciones del centro a duras penas pueden competir con los barroquismos desplegados de nuestras amadas cofradías. Y ojo, a cada uno su mérito, y las cofradías también lo tienen.

Me viene a la mente la sevillana de Pareja Obregón «Sevilla tiene una cosa». Luna, sol, flor, mantilla, risa, pena, Macarena, un tesoro a cada orilla, Giralda, campanas, Esperanza de Triana, Gran Poder, manzanilla, sol de España, Velázquez, Murillo, Álvarez Quintero, Cachorro, Torre del Oro, Bécquer, Antonio y Manuel Machado, el NO&DO…y así toda la retahíla, la panoplia clásica, el despliegue habitual.

No digo que le falte ni le sobre nada, pero yo al final de alguna estrofa, podría incluir aquello que me cruza la mente como un estribillo. Hoy Sevilla rinde homenaje a uno de los suyos, y ya del susto podríamos quedarnos patidifusos. Pero no, cantemos por sevillanas y añadamos algo a este repertorio precioso que ha hecho de Sevilla lo que es. Cuando ustedes canten, en la Feria de Abril 2017 (de sábado a sábado, olé, viva la Feria), la sevillana de Pareja-Obregón, acuérdense de mí y al final del estribillo canten: «Y Sevilla por tener, aunque sea un pintor rarillo con un toque americano, tiene cuadros de Gordillo, que también es sevillano».

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...