francis segura 01julio2016-ok

Dicho así, suena a novela de Conan Doyle, pero no, amigos, aludo al Fénix de las letras españolas, al singular y grandioso Lope de Vega.

Lo hago en esta mañanita de San Juan, en la que tantos malos cuerpos resacosos invaden las calles de los pueblos en fiestas y de las ciudades con fogueres y con hogueras, que ya saben que yo con eso del idioma soy la mar de respetuoso.

Por eso la Rueda hoy tiene nombre en inglés. «The gardener,s dog doesn,t eat. It doesn,t let anybody to eat, it isn´t out, it isn,t in». Oye, si me ha quedado hasta bien, con su poquita de rima. Así, así está el Reino Unido, como el perro del hortelano: «ni come ni comer deja, ni está fuera ni está dentro». Así nos hemos levantado los europeos de más para acá esta mañana, con la resaca y el duermevela de una estrellita de la bandera que dejaba de brillar, posiblemente, para siempre.

Nos íbamos a dormir pensando en el pobre Cameron, la papeleta que se le presentaba después de haber defendido a capa y espada (como Teodoro, el protagonista del drama de don Lope) la permanencia en la Unión. Luego vimos que no estaba dispuesto a soportarlo, y junto a una circunspecta esposa dio de mano en la puerta de Downing Street. Era de esperar. Durante la madrugada, los números no dejaban de crecer para las listas del leave, y en los mercados financieros se desataba una crisis que ha hecho que algunos se arruinen y otros amanezcan con mil euros más en el bolsillo casi sin darse cuenta.

Diana, la condesa, se nos ha presentado en escena envuelta en la bandera de la CommonWell, y aunque no la pinta Delacroix, podría haberle puesto cara Josuha Reynolds, componiendo una alegoría que, antes de buscarla en el siglo XIX, se nos actualiza y convierte en retrato posmoderno y conceptual. Es del hortelano el perro, y no porque Inglaterra lo lleve en el escudo, porque el blasón británico es una leonera vigilada por la fantasiosa alegoría del unicornio, en el que miro añorante la sombra de la Unión.

Diana, la condesa, amaneció decidida a cambiar el palacio por otro caserón, pero donde ella ponga las normas y los reglamentos, la gobernanza y el trato diplomático con Jeanette, Brigitte y Raffaela, sus amigas igual de poderosas, unas con más ganas de abandonar y otras más convencidas con lo que ahora le aporta el barrio de la Unión. El perro del hortelano está fuera, pero hasta diez años puede que esté a la puerta pidiendo o exigiendo. No come de lo que se comparte dentro, pero tampoco deja comer de esos casi diez mil millones de euros que ha aportado hasta ahora a las arcas compartidas.

«El perro del hortelano» piensa que, ante la grandeza de Queen Elisabeth the Second, «El mejor alcalde el rey». Lo de «Fuenteovejuna, todos a una» ha dejado de convencerle y en «El mejor teatro del mundo» se ha dado cuenta que «La vida es sueño», y antes de ver entrar por las puertas de Europa «El último godo», ha hecho mutis por el foro.

A la rueda, por su claridad y ejercicio democrático, los ciudadanos del Reino Unido, que han dejado manifiesto lo difícil que es romper en dos la intangible identidad de un pueblo y su cultura. A la rueda, por lo que tramarán en contra de los beneficios de los mismos que votaron, todos los que en el trae y lleva de las gestiones, pactos y reuniones, irán haciendo de la brecha del Brexit el bálsamo de todas sus heridas. Nunca llueve a gusto de todos.

Sevillano habilitado por nacimiento, ciudadano del mundo y hombre de pueblo de vocación. Licenciado en Historia del Arte que le pegó un pellizco a la gustosa masa de la antropología, y que acabó siendo...