Cuando queremos que nos seleccionen para un puesto de trabajo y llegamos a la fase en la que nos van a entrevistar, suelen despertarse algunas dudas acerca de cómo enfrentarnos a este tipo de pruebas.

A continuación quedan expuestas las claves más importantes para enfrentarse de manera impecable a una entrevista de trabajo:

Lo primero que hay que tener claro es que la entrevista consta de tres partes globales perfectamente diferenciadas: la preparación, el transcurso y el final de la misma; no tiene sentido centrarse únicamente en la fase central, puesto que las otras dos son fundamentales y, además, suelen marcar la diferencia.

La preparación consiste en tres aspectos básicos: el primero de ellos es la elaboración e impresión del currículum vitae (en la próxima columna se explicarán las directrices básicas para realizar un buen currículum); es importante conocer perfectamente lo que incluye para poder explicar todo lo que se nos pregunte sobre nuestra trayectoria. Además, conviene prepararse datos sobre nuestra personalidad que no se detallan en el currículum, dado que es muy habitual que tengamos que definirnos en pocos adjetivos durante la entrevista y en ese momento es fácil bloquearse ante este tipo de preguntas.

La segunda cuestión básica en la preparación es la elección de la apariencia física. Dependiendo del puesto al que optemos, deberemos ir más o menos elegantes. Siempre que el puesto no requiera etiqueta, la mejor opción será aquella que concuerde con los cánones de respeto y de una imagen de cuidado personal, pero que se distancie lo menos posible de aquello con lo que nos sentimos cómodos habitualmente; ser uno mismo es el único punto de partida hacia cualquier meta.

El tercer aspecto es el de investigar la organización y el puesto al que aspiramos. Cuanto más sepamos de este asunto, mejor; además de demostrar nuestro interés por el puesto, éste tipo de conocimiento nos permitirá realizar preguntas oportunas, cosa fundamental en el desarrollo y en el final de la entrevista.

La segunda parte del proceso es el propio transcurso de la entrevista. Lo más importante, de nuevo, es ser uno mismo; esto empieza por no mentir en ningún caso. El hecho de no ser seleccionados no implica que seamos peores que los elegidos, simplemente la organización está buscando a otra persona y, por tanto, mejor para todos dar la cara desde el principio o el engaño acabará cayendo por su propio peso. A parte de esto: educación y naturalidad, nada más. Hemos de dejar que el profesional nos guíe y limitarnos a responder a sus gestos y preguntas de la forma más tranquila y clara posible. Todas las leyendas sobre la importancia de cómo damos la mano o de cuánto sonreímos sólo nos llevan a asustarnos más y transmitir una energía muy forzada; en cambio, manteniéndonos serenos y seguros de nosotros mismos conseguiremos que todo el lenguaje corporal nos acompañe debidamente.

Finalmente, nos preguntarán si tenemos alguna duda. En este momento hemos de demostrar que nos hemos informado, que sabemos muy bien en dónde estamos y que queremos estar ahí. Sin olvidar la naturalidad, conviene preguntar cosas que realmente nos interesen, mostrando así un interés realista, ni excedido ni limitado, por el puesto de trabajo y por la organización.

Nunca hay que olvidar que una entrevista de trabajo no termina hasta que uno sale por la puerta. Habiendo abandonado la sede, sólo nos queda armarnos de paciencia (rara vez las llamadas llegan pronto) y analizar cómo ha sido el proceso para aprender a reaccionar en las siguientes pruebas cada vez mejor. Alcanzar la actitud honesta y relajada que lleva al éxito en una entrevista requiere, para la mayoría de nosotros, práctica; por tanto no hay que desanimarse si una llamada no llega: ninguna entrevista está de más.