Debido a los cambios que se han producido en nuestra sociedad en los últimos tiempos y, por tanto, en el mundo laboral, la figura del jefe dista cada vez más de lo que en su día fue.

Un buen líder no ha de poseer solamente la formación técnica necesaria para ocupar su puesto, sino que tiene que estar dotado de una inteligencia emocional elevada que le permita dirigir adecuadamente sus equipos. Esta semana los jefes vamos a ser nosotros, aprendiendo las claves para evaluar si nuestro/a jefe/a hace bien su trabajo… o no.

En este momento, un jefe que se precie ha de poseer necesariamente las competencias de un líder actual, es decir, un líder transformador que sepa acompañar a su organización en las constantes evoluciones a las que tiene que hacer frente para lograr ser competitiva. Si tu jefe se aferra constantemente a sus métodos de siempre y se cierra en banda ante las propuestas de modificarlos, no hace bien su trabajo.

Un líder debe motivar a sus colaboradores para que se sumen a los cambios evolutivos de su organización y, por supuesto, para que se esfuercen en la realización de sus tareas. Para ello, es importante que tu jefe te conozca, a ti y a tus compañeros, ya que cada persona necesita un tipo de motivación distinta. Si tu jefe es un completo desconocido para ti, y su trato contigo es exactamente igual al que tiene con el resto de tus compañeros, tu jefe no hace bien su trabajo.

Los jefes motivadores hacen uso del ‘empowerment’, permitiendo que los colaboradores que lo merecen, incrementen su poder de decisión y autonomía en un momento dado. Un jefe incapaz de delegar es, sin duda alguna, un mal jefe.

Un buen jefe no tiene la necesidad de recalcar cada vez que puede que su posición está por encima de la tuya. Este tipo de líderes inseguros, con los que, al parecer, es muy difícil no cruzarse en esta vida, suelen ser profesionales mediocres que se sienten amenazados por las capacidades de sus colaboradores.

En el momento que estamos viviendo, este sentimiento de amenaza característico de jefes mediocres, se ha extendido considerablemente. Es habitual que el miedo a perder su puesto de trabajo guíe a los líderes hacia una cierta tendencia a limitar el brillo de sus subordinados, lo cual es un grave error ya que los individualismos siempre rebajan la velocidad del barco.

Otra cuestión crucial a la hora de ser un buen jefe, es la de predicar con el ejemplo. Si tu jefe no hace las cosas como demanda que se hagan, no está haciendo su trabajo correctamente.

Finalmente, además de tener desarrolladas todas las competencias emocionales (tanto de autogestión, como de relación con los demás), el gran líder debe mantener intacta su ética en todo momento. Hace tiempo leí un estudio que aseguraba que los tres pilares morales de todas las culturas eran la responsabilidad, la reciprocidad y la empatía. Me pareció un dato muy interesante a tener en cuenta en todas las relaciones que podamos establecer pero, aplicado a este caso, podemos entender que el liderazgo es ético si no olvida esas tres bases morales bajo ningún concepto.

Con todas estas herramientas, ya podemos empezar a evaluar a nuestros evaluadores directos. Jefes y jefas, si lo aquí mencionado es, como mínimo, lo que pretendéis hacer, estáis haciéndonos un gran favor a todos. Sabemos que un amigo es un tesoro, pero un buen jefe también.