La presentación de la VIII Noche del Terror estuvo cargada de miedo

Los vecinos de San Nicolás de Puerto harán que esta noche los visitantes del municipio no dejen de gritar de miedo en su VIII Noche del Terror, que este año se ambienta en la antigua mina. Se espera la llegada de miles de visitantes.

Antonio Campos/Sevilla Actualidad. Una mina que guarda una tenebrosa historia. Unos suburbios de los que, si se sale, ya nada será para siempre. Una ciudad que queda envuelta en un halo de misterio en el que, al caer la noche, sólo se escucha un silencio roto y los gritos de las gentes que maldicen lo que sucede en el lugar.

Hoy, esas gentes son los propios vecinos, “hasta 120 voluntarios”, del municipio sevillano que se convierte en truculenta ubicación de la historia, San Nicolás del Puerto. Es la VIII Noche de Terror. A este año la llaman `Sepultura´ y tiene mucho que ver con su antigua mina del Cerro del Hierro. El relato ganador de un concurso a nivel local pone la trama. El público, protagonista de la historia, pone los gritos. Justo cuando cae el sol.

Sólo el año pasado, más de 2.500 personas visitaron la localidad para vivir el miedo de sus calles en verano. Porque es “una experiencia única que el que la prueba repite”, sostiene Francisco Obregón, delegado de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía. Lo cierto es que este año, además, se cuenta con más de 350 miembros de la red social Facebook y el visitante “podrá disfrutar también del mercadillo del terror”, dedicado este verano al cómic de terror, así como de los videojuegos y la animación de las calles de San Nicolás.

Para Francisco Obregón se trata “de una experiencia única que el que la prueba repite”. Cuentan con más de 350 miembros en la red social Facebook y el visitante “podrá disfrutar también del mercadillo de terror”, dedicado este año al cómic de este género, y de videojuegos y animación por las calles de San Nicolás.

Sepultura en la mina del Cerro del Hierro

Todos se alegraron. Todos, menos la anciana del monte. Aquella vieja siempre enlutada a la que todos tenían por loca.

– “¡Traerá la maldición al pueblo!”, gritaba por las calles.

– “¡Calla, bruja!”, le increpaban los vecinos.

Todo un día estuvo gritando y advirtiendo sobre algo que los demás no acertaban a comprender; mientras que, su marido, llorando, seguía encerrado en aquella choza de la que nunca había vuelto a salir desde aquel fatídico día. Pero en aquellos momentos nadie pensaba en “eso”, solo las pocas personas mayores del lugar recordaban lo ocurrido, todos ellos sabían por lo que el viejo no había vuelto a articular palabra en todos esos años.

Pero los demás nunca supieron nada, pues todo lo ocurrido quedó en secreto entre los habitantes del pueblo con el único propósito de no ser repudiados por el resto de la comarca; por eso todos los jóvenes corrieron a firmar aquel contrato que les ofreció el nuevo capataz.

“Hombre extraño”, pensaron todos, pero después de las penurias de los años de guerra y hambruna, volvía la esperanza al pueblo y sus habitantes; y por supuesto, nadie estaba dispuesto a dejar de trabajar por muy siniestro que fuera aquel hombre.

– “¡Ha vuelto! ¡No bajéis ahí! ¡Ya sabéis lo que os espera!”.

Pero no lo sabían, no podían imaginar que las entrañas de la tierra estaban despertando otra vez.

Cuentan los viejos de la pequeña aldea minera que en la última bajada a la mina, ocurrida cuarenta años atrás, un minero quedó sepultado durante una larga noche. El patrón, hombre tirano y desprovisto de corazón, se negó a que nadie más entrase en su ayuda, alegando “peligro de derrumbamiento”.

Cuando todos dieron por muerto a Esteban después de una larga espera y se disponían a abandonar el lugar, vieron como el pobre hombre salía con la mirada perdida y totalmente cubierto por una sangre negra y maloliente, una expresión de terror recorría su rostro y su cuerpo parecía como manejado por algo, como, esas marionetas movidas por hilos.

Nadie supo que es lo que pasó allí abajo, en esa galería de donde salió Esteban, ni de qué o quién venía la sangre que cubría su cuerpo, ya que, él, no estaba herido. Lo cierto es que nadie, ni siquiera su mujer lograron arrancarle una palabra nunca más.

Con el paso del tiempo todo se fue olvidando, la mina cerró -dicen que porque nadie quería bajar allí-. Esteban y su mujer se marcharon al monte, donde permanecieron recluidos durante años. Dicen que ella invocaba a los espíritus con el fin de conocer la verdad sobre aquel hecho, y que maldecía una y otra vez al patrón jurando que era un enviado de Satanás y que traía una misión: entregarle la voluntad del que bajara a esa galería.

Pero la mina volvió a abrir. Y allí estaba ese hombre de aspecto serio y receloso siempre arropado por un largo gabán y tocado por una mascota, siempre seguido por un enorme perro de raza doberman, al que con una simple mirada el animal obedecía.

El primer día de trabajo fue duro para todos, pero, pronto estarían en casa con el salario en sus bolsillos después de mucho tiempo sin trabajar. Al anochecer, cuando esperaban la salida de unos cuantos, empezaron a comprender que algo ocurría allí abajo.

Empezaron escuchando un sonido escalofriante que nadie logro descifrar que lo producía y algunos rayos de una luz mortecina y siniestra salían de la oscuridad del interior de la mina; al cabo de un rato, los mineros salieron de aquella vena de tierra que parecía cobrar vida; de aquella boca negra y fría que parecía vomitarlos a la realidad, a una realidad a la que nunca volverían.

– “¡La historia se repite! ¡No pude hacer más! ¡Lo siento, Esteban!”, repetía una y otra vez la anciana.

Los que los vieron salir, juraron no volver a la mina. El patrón desapareció esa misma noche. Algunos dicen que lo vieron sonreír y algunos de los mineros “afectados” aparecieron a los pocos días ahorcados en el bosque cubiertos sus cuerpos por murciélagos. Los demás nunca volvieron a hablar. Jamás.

Aún hoy, en algunas calurosas noches de verano, dicen, se oye ese rumor extraño; y raros efectos luminosos salen entre las rendijas de la puerta que sella la mina. Un gran letrero carcomido por el paso del tiempo cuelga advirtiendo: ¡¡NO PASAR!! Nuestro interior nos dice que no nos acerquemos allí…, pero “ella” nos llama.

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...