Isabel Benítez en uno de sus entrenamientos por Castilblanco de los Arroyos / Juan C. Romero

Isabel Benítez es atleta, corredora de fondo. Descubrió esta práctica deportiva a los 36 años. Desde entonces no ha parado. Cumple 30 años de marcha, y sigue, infatigable, su ritmo de entrenamientos diarios  por los senderos de Castilblanco preparando las pruebas en las que participa los fines de semana. El camino no siempre es fácil, pero tiene un secreto: mientras pueda no tira la toalla.

Juan C. Romero. Nacida en Marruecos -donde estaba destinado su padre-, Isabel Benítez, ha pasado buena parte de su vida entre Francia y Suiza. Llegada la hora de la jubilación, decidieron trasladarse definitivamente a la sierra, a Castilblanco de los Arroyos. Actualmente reside en la urbanización La Colina donde hace unos años se instaló también su hermana, Joséphine,  popular entre los vecinos por su buen hacer sobre los escenarios de la mano de la Escuela Municipal de Teatro, y por su enorme dedicación e iniciativa en las asociaciones locales.

«Estoy acostumbrada a correr, realizo mis entrenamientos y participo en marchas populares»

Isabel acaba de cumplir los 66 años. Es atleta, corredora de fondo.  Por su actividad la reconocen en la provincia y más allá de sus fronteras. Descubrió esta práctica deportiva a los 36 años y desde entonces, reconoce, no ha parado. Calentamientos, entrenamientos diarios, y un circuito de pruebas a lo largo del año por la geografía andaluza para ir superando sus propias marcas, y derribar de paso cualquier viejo estereotipo en torno a los años.

Una carrera ascendente que le lleva a pensar que lo que hace no es para nada algo extraordinario. «Estoy acostumbrada a correr, realizo mis entrenamientos y los fines de semana participo en marchas populares», señala sin detener su marcha en el camino de San Benito, uno de los muchos senderos ideales para esta práctica en Castilblanco. Viene a buen ritmo, sin síntomas de agotamiento, de regreso al pueblo con gorra y gafas oscuras para protegerse del sol, con una pequeña mochila riñonera y su teléfono móvil en la mano izquierda tras haber llegado a las puertas de la ermita.

Al término de este simple entrenamiento, habrá realizado más de 25 kilómetros esta mañana. «Son pocos, este fin de semana haré 51 en Dos Hermanas» dice sin más, y añade: «también he corrido varias veces la marcha de La Legión en Ronda, la de los 101 kilómetros». Es de las pruebas más duras del circuito andaluz, supone un día entero de marcha por la serranía malagueña.

Recuerda la experiencia de una manera especial, toda vez que la última se desarrolló en una madrugada desapacible con intermitentes aguaceros, y su marido y su hija acudieron a toda prisa a una de las zonas de avituallamiento con intención de llévarsela. Sonríe, dejando claro que no se salieron con la suya: «el agua una vez que te empapa ya no te molesta, así que no se me pasó por la cabeza abandonar, les dije que me esperasen y llegué hasta el final».

Fuerza de voluntad y deporte; la mejor terapia

Conserva y transmite una vitalidad digna de toda admiración, a pesar de las dificultades que ha encontrado en su camino. Como buena fondista, hace tres años llegó a la meta de la carrera más complicada de cuantas ha salido airosa. La del día a día enfrentando un pulso con la enfermedad. Superó un cáncer que la mantuvo, muy a su pesar, alejada de la afición que hoy por hoy sigue llenando plenamente su quehacer diario. Fueron largos meses de tratamientos, de incertidumbres, en los que supo mantener la mente serena. «No iba a tirar la toalla, fue un obstáculo que se me presentó: si me hubiera quedado en la cama llorando diciendo ¡pobre, qué pena de mí! no iba a conseguir nada».

El deporte ha sido un aliciente extraordinario para ir superando los baches. Como consecuencia de aquellos días difíciles, Isabel, lleva una rodillera en su pierna derecha. Apunto estuvo de verse obligada a dejar el atletismo. Cosa que nunca estuvo en sus planes.

En cuanto se repuso fue poco a poco retomando la actividad anterior, aunque con sumo cuidado para no forzarse más de lo deseable. «Ya no tengo los veinte años, es verdad, pero los años no puedo quitármelos, llevo el ritmo que puedo mantener, el problema vendría si en algún momento parase» concluye, avanzando segura con su cabeza alta, infatigable, sobre el asfalto ya junto a las primeras viviendas del pueblo de Castilblanco. Atrás quedaron las empinadas cuestas y las piedras del camino; Isabel sigue adelante. Y mañana será otro día.

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